viernes, 19 de diciembre de 2008

La Instrucción vaticana Dignitas Personae.



Carlos Leiva Villagrán

El 12 de noviembre reciente, y previa aprobación de Benedicto XVI, la Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano ha hecho pública la Instrucción “Dignitas Personae sobre algunas cuestiones de bioética”, una versión actualizada de la Donum Vitae de 1987, que constituye una revisión moral eclesiástica de los nuevos procedimientos que ha desarrollado la bioética en los últimos 20 años.
La idea de que el ser humano es tal desde el momento de la concepción, contenida en la primera frase de la Instrucción, no constituye novedad en la perspectiva eclesiástica, y es el fundamento en la práctica para la oposición de la Iglesia Católica al aborto, a la fertilización in vitro y a la difusión de la denominada píldora del día después, entre otros. Con la reciente Instrucción quedan actualizadas las restricciones que la jerarquía católica establece para sus fieles. De este modo, en el uso tanto reproductivo como terapéutico de la bioética, quedan prohibidos el uso de medios de intercepción y contragestación, así como todas las técnicas de fecundación artificial que sustituyen al acto conyugal, la inyección intracitoplasmática de espermatozoides, la criopreservación de embriones(aún para usos terapéuticos), la crioconservación de óvulos, la reducción embrionaria, la terapia génica germinal, la clonación humana, el uso de células troncales embrionarias o células diferenciadas derivadas de ellas, y finalmente el uso de óvulos de animales para la reprogramación de los núcleos de células somáticas humanas.
Como se puede apreciar, la nómina de prohibiciones reduce significativamente la posibilidad de los fieles católicos de valerse de las técnicas terapéuticas más modernas para permitirse la procreación cuando el hijo no llega, para aliviar sus enfermedades o para reducir el dolor. Pero, reconozcamos, la fe es más fuerte y, en la medida que no se vea afectado el derecho común, y en honor a la tolerancia en la sociedad civil, para todos debe resultar inobjetable el derecho de la grey católica a seguir las instrucciones de sus pastores.
Con todo, deseo referirme a dos puntos que hacen que esta Instrucción de la Iglesia Católica, dirigida a sus fieles, no pueda ser indiferente para los no católicos. Me refiero, por una parte, a su pretensión de universalidad, y, por otra, al uso abusivo que la jerarquía efectúa del concepto de dignidad.
En efecto, la Iglesia Católica no se conforma con instruir a sus fieles, y aspira a que todo el mundo se someta a su particular visión. Dignitas Personae señala expresamente que su afirmación de que la existencia humana es tal desde la concepción debería "estar en los fundamentos de todo orden jurídico". A continuación, da a entender que el embrión humano requeriría tener el status jurídico de una persona, y finalmente llama a los médicos a evitar la "cooperación al mal y al escándalo" en esta materia, oponiéndose a las leyes, a su juicio, "gravemente injustas". En estas expresiones, no cabe duda que la más alta jerarquía de la Iglesia Católica está instando a sus fieles a lograr que las instrucciones válidas para ellos, basadas en sus particulares dogmas, sean vinculantes para todos. Cualquier no católico