martes, 29 de junio de 2010

SUELDO MINIMO, SUELDO ETICO, SUELDO JUSTO.




Sebastián Jans


En los últimos días, a través de los medios hemos sido testigos de la discusión que se ha dado en el Parlamento sobre el salario mínimo. Ello ha reflotado el planteamiento de la Iglesia Católica, en torno a la necesidad de un sueldo ético, es decir, aquel establecido sobre una convención entre los que legislan y los que pagan, sobre lo que éticamente una persona necesita como mínimo para vivir en condiciones de dignidad.
Las autoridades nacionales, independientemente de su signo político, desde hace muchos años, han establecido un salario mínimo con fuerza legal, estableciendo una cuantía básica obligatoria a cancelar por la jornada legal de trabajo. Esto con la idead de impedir el abuso patronal y garantizar un piso de ingreso a quienes viven de la venta de su mano de obra en los procesos productivos o de generación de servicios en el mercado.
Como toda normativa que establezca condiciones reguladoras, la existencia del sueldo mínimo tiene encontradas opiniones, según el interés de quien las formula. En todos los países donde se ha establecido, siempre ha existido un debate sobre su continuidad y sobre los montos involucrados.
Para los economistas proclives a las visiones monetaristas o librecambistas, tan cercanos siempre a los grandes intereses económicos, el salario mínimo es un mal innecesario que coarta el dinamismo del mercado laboral, que establece distorsiones en los precios de los productos, que resta competitividad, que aumenta el desempleo, etc. Seguramente, porque prima la idea de que las actividades humanas están determinadas por el mercado, y no el criterio de que el mercado debe estar sujeto a las actividades humanas.
Para quienes perciben el salario mínimo o quienes miran su efecto desde miradas mas solidarias, la cifra que legalmente determina su monto siempre será percibida como insuficiente, sobre la base de que, efectivamente, su monto está muy lejos de lo que constituye un mínimo esperable para garantizar condiciones básicas de existencia para quienes lo reciben, los que se encuentran siempre en los niveles más precarios de la educación, de las oportunidades y de la consideración social.
Obviamente el salario mínimo no genera oportunidades, no permite acceder a una mínima calidad de vida y está en la línea de sobrevivencia básica para quien lo percibe, y bajo esa línea cuando hay un grupo familiar dependiendo de ese ingreso. Un salario mínimo, como bien sabemos, permite solo condiciones mínimas de alimentación, vestuario y movilización, y habitualmente ni siquiera hace posible la existencia de esa trilogía elemental.
La idea del sueldo ético, lo que viene a proponer es que debe existir una convención social sobre lo que mínimamente debe ganar una trabajador, lo cual se ha traducido en una cifra propuesta, conocida por la opinión pública, y que bordea el monto que percibe un porcentaje mayoritario de la fuerza laboral del país.
Obviamente, el sueldo ético es un concepto que ha generado un debate, que no ha tenido toda la envergadura que debiera tener algo que es tan relevante para la gran mayoría de los chilenos, toda vez que no toca el quid del tema salarial del país. Y no lo toca porque pone el acento solo en otro tipo de sueldo mínimo, cuando en realidad lo que está en la percepción general de la masa trabajadora, es que no existe justicia en la determinación de los salarios por parte de los empleadores.
Lo que se percibe en general, es el deseo de quienes viven de un salario de que se puedan determinar sueldos justos. No es posible, desde luego, que un trabajador que recibe el sueldo mínimo tenga una remuneración 35 0 40 veces inferior a la que recibe quien ejerce funciones gerenciales dentro de la empresa. No es posible que haya tanta distancia entre un sueldo gerencial y quienes hacen posible el éxito de la empresa desde la implementación efectiva de las acciones que permiten su desarrollo en el mercado.
Este hecho es lo que determina la inequidad sustancial del sistema económico, y la acentuación de las abismales diferencias entre ricos y pobres en nuestro país. Si hay países injustos en el mundo, desde el punto de vista de la desproporción en el ingreso y en la riqueza, el nuestro tiene patente ganada, y concursa en los primeros lugares.
Cuando hablamos de justicia, estamos hablando de una voluntad de dar a cada quien lo que le corresponde, sobre la base de cuestiones esenciales que hacen posible la validez humanitaria de cada trabajador, desde la perspectiva de los principios de reciprocidad y equidad, repartiendo cargas y ventajas de acuerdo a las exigencias del proceso generador de riquezas y los resultados de toda actividad en los mercados.
Es un hecho que la idea de justicia no está en la práctica empresarial en nuestro país, y no hay una estrecha relación entre la ética empresarial y la ética social, para establecer las convenciones necesarias que hagan posible la justicia en los sueldos. De este modo, los éxitos de la economía chilena no han llegado de un modo decisivo a quienes han laborado intensamente para hacerlos posible. Así, no ha existido proporción entre las ganancias de los empresarios y los ingresos de sus empleados, entre los sueldos de las gerencias y los sueldos de los empleados de menor nivel en la escala de responsabilidades.
Históricamente, las organizaciones de trabajadores del país han planteado la demanda del sueldo justo, en relación precisamente con el desequilibrio entre los altos sueldos y los sueldos de subsistencia. Ello ha tratado de subsanarse a través de los reajustes porcentuales. Es lo que ha subyacido en las negociaciones colectivas de modo determinante, desde sus orígenes en la legislación laboral chilena.
Sin embargo, las organizaciones de trabajadores, en el tiempo actual, no han logrado establecer el debate, que debiera cruzar a la sociedad chilena de modo determinante, en relación a la inequidad en las remuneraciones, que plantea una condición de injusticia manifiesta por la desproporción que la caracteriza. La aspiración de sueldos justos, en consecuencia, se pierde en los laberintos de la discusión del sueldo mínimo o del sueldo ético, cuando lo que está en juego es una concepción en la determinación salarial que no se basa en la valoración equitativa de los distintos aportes al proceso de generación de riqueza que hacen los trabajadores.
De este modo, el sueldo justo seguirá siendo una aspiración lejana, pero no por ello menos certera sobre lo que corresponde en una sociedad civilizada. Al fin y al cabo, en las sociedades más avanzadas, es donde menos importancia tienen los salarios mínimos legales, como consecuencia de criterios de justicia y equidad, y de los equilibrios que se originan entre los sueldos más altos y los más bajos.


Publicado en Tribuna del Bio Bio, el 23 de junio de 2010.

domingo, 27 de junio de 2010

Carta para la sociedad


Este texto es autorreferencial por donde se le mire, pero espero que la interpretación de lo que expreso sea de un carácter más amplio. Hace un par de años comencé a conocer gente muy ilustrada de las décadas más variadas, hombres con pelos blancos y otros imberbes. Todos ellos muy especiales, no hay cómo no sacar algo de una conversación, aprendes, modificas tus paradigmas o anclas aún más tus principios. Todos y cada uno son diferentes, todos y cada uno tienen sus temas particulares, laicos, ateos, creyentes, inclinados a la derecha, inclinados a la izquierda, militantes y no militantes, pero todos tenemos algo en común, esa sensación o convicción que la cosa pública no anda bien. Las quejas son de ida y vuelta, desde la separación del Estado y la Iglesia a temas más finos como algún decreto municipal o ley sobre lo que sea, todos concordamos en que la sociedad ha perdido valores, o que quizás ha adquirido algunos que no son sanos bajo nuestra mirada; que el consumismo, que el individualismo, que la educación, que la cosa por acá y los negociados por allá.

Ya son una rutina las catarsis sobre los partidos políticos y sobre el golpe del 73 con su consecuente constitución, son pan y mermelada de cada reunión. Como no podemos ir más lejos en el diagnóstico de nuestra sociedad, lo podemos repetir pero agregándole el aliño de la coyuntura, ahí nos sirve de nuevo como herramienta de retórica y queda listo para ser usado una vez más. Y no dejemos de lado esas series de discursos y de conversaciones, “si estoy de acuerdo”, “hay que hacer algo”, “puta la gente que es hueona”, que concluyen con las manos estrechadas frente a un pacto de unión de conceptos, y todo eso ¿de qué nos sirve?

De qué nos sirve hablar de lo rojo que es el color rojo, de qué nos sirve criticar a la sociedad y su individualismo si no somos capaces de hacer algo en conjunto. De qué nos sirve vociferar que los padres no tienen tiempo para con sus hijos, si muchos tienen a su nana a cargo de los niños. De qué nos sirve teorizar por meses sobre la redondez del círculo si no somos capaces de dibujar uno. De qué nos sirve pelar a la derecha y a los concertacionistas vendidos que velaron por sus propios intereses si nosotros no hacemos nada que no vaya por los nuestros. De qué nos sirve cuestionar la participación ciudadana si no participamos ciudadanamente de manera más amplia. De qué nos sirve hablar de laicismo si no tenemos laicistas dispuestos a acoger a un pobre, darle de comer, lavarlo y educarlo. De qué nos sirve hacer gárgaras de la mala educación si no nos esforzamos en educar a los que no saben. De qué nos sirven todos los libros de filosofía, sociología y política que tenemos en los estantes si sólo los usamos para ratificar que todo debería ser de otra forma. De qué nos sirven expertos en educación, en urbanismo, en derecho, en salud, y en lo que sea que haya si todo quedará escrito en el muro de los buenos deseos e intenciones.

No sacamos nada como sociedad ilustrada y privilegiada, no sacamos nada como ciudadanos informados y críticos, no sacamos nada como estudiantes con hambre libertaria, no sacamos nada como trabajadores cansados, no sacamos nada si no tenemos un cuerpo político y bases ciudadanas que bajen nuestras lucubraciones a la calle. Si no somos capaces de sentarnos a hacer lo que de decimos que hacemos y deseamos, estamos cayendo en una retórica catársica, inútil y hasta inconsecuente., Ningún cuerpo de ideas es útil mientras no tenga una maquinaria humana que la aplique en la sociedad. Se necesita mano de obra política, se necesitan adherentes, simpatizantes, militantes, fanáticos, volanteantes, zalameros y amigos vociferantes que hagan realidad lo que tenemos como idea.

Estoy cansado de hacer seminarios para que vayan los mismos de siempre a reafirmar que el cielo es lo que está en las cabezas y que la tierra es lo que los afirma, estoy cansado de sentarme a sólo hablar, estoy cansado que me presenten personas que saben todas las soluciones a nuestros problemas, eminencias y museos vivientes de un pasado refrescante. Estoy cansado de las porras de aliento y los gritos de lucha que sólo generan ecos, estoy aburrido de transitar a punta de sobadas de espaldas por el mundo de los medios, municipios, ong´s y empresarios que quieren lavarse las manos con un poco de jabón de solidaridad mediática.

La cosa es simple, o lo hacemos todos juntos o decididamente lo haré sólo o con otros, otros que hagan en terreno tantas cosas como lo que declaran querer hacer. Si deciden que lo haremos juntos, hagámoslo pero no mañana o pasado, esto lo necesitábamos para ayer. Opté por no ser un asistencialista de mi propia vida y que mi discurso sea mi consuelo moral, no quiero ser de esos que por no perder o arriesgar las comodidades de su vida ha tenido que bancarse un disco rayado que repetirá la misma frase de siempre como mantra de su ineficacia ideológica y cobardía política.

martes, 8 de junio de 2010

Derechos de la Mujer.




El 28 de Mayo recién pasado se celebró el Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres Derechos Sexuales, Derechos Reproductivos y Derechos de Ciudadanía. La convocatoria en Chile estuvo a cargo del Foro de Salud y Derechos Sexuales y Reproductivos. Las demandas mínimas que se plantearon para esa jornada son las expresadas a continuación:

• La salud integral como derecho universal y garantizada por el Estado, sin discriminación de ningún tipo.
• La entrega de anticonceptivos de calidad para todas las mujeres en edad fértil, incluyendo la anticoncepción de emergencia.
• Responsabilidades compartidas de hombres y mujeres en materias de sexualidad, reproducción, cuidado de hijas e hijos, tareas domésticas y cuidado de la salud familiar.
• El derecho a ejercer la sexualidad independiente de la reproducción.
• La despenalización del aborto y atención humanizada del aborto incompleto en los Servicios de Salud Pública.
• La aprobación del Proyecto de Ley Marco de Derechos Sexuales y Reproductivos.
• La educación sexual integral, laica y científica, impartida en todos los niveles educativos.
• La entrega del Condón Femenino en los Servicios de Salud, y provisión garantizada de condones masculinos.
• Atención garantizada y de alta calidad para problemáticas prioritarias de las mujeres, como el impacto de la violencia sexista, la prevención y tratamiento de ITS/VIH/SIDA, prevención del embarazo en adolescentes, enfoque intercultural de la salud, entre otros.

Para Iniciativa Laicista es un motivo de compromiso con los valores que sustenta, adherir a esas demandas.