domingo, 11 de marzo de 2012

A PROPÓSITO DEL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER 2012.



Sebastián Jans


El pasado jueves 8 de marzo, un grupo de organizaciones femeninas laicas se reunieron para realizar la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, que servía también de marco para dar inicio a sus actividades anuales. En el desarrollo del solemne acto, pude expresar algunas ideas, para reconocer que, lejos de glamour que el comercio le ha dado a este día, se trata de una jornada de lucha por los derechos de la mujer.
Ello motiva a hacer una revisión de la historia de los avances de las conquistas en los derechos de la mujer en nuestro país.
Hace 168 años, el padre del laicismo chileno, Francisco Bilbao, en su “Sociabilidad Chilena”, denunciaba el peso de las herencias de la Colonia Española, señalando la condición de esclavitud de la mujer frente al marido, y afirmaba que la desigualdad matrimonial era uno de los puntos más atrasados en la elaboración que habían sufrido las costumbres y las leyes.
Veinticinco años después de Bilbao, Martina Barros de Orrego publicaba la traducción de la obra de Stuart Mill “La Esclavitud de la Mujer” (1869). Sobrina del liberal intelectual Diego Barros Arana, irrumpió con su ímpetu mesocrático para proponer la igualdad de la mujer frente a los derechos de los hombres, estableciendo uno de los primeros hitos en las luchas emancipatorias de la mujer en Chile.
Ocho años después, en 1877, Isabel Le Brun lograría a contrapelo conquistar el derecho de acceder a estudios universitarios, luego de una ardua pugna contra un sistema que no concebía el interés de una mujer, destinada a manejar la casa y cumplir roles solo en la familia, para lograr una formación profesional. Era temerario, considerando que las mujeres aún no tenían derecho a decidir sobre sus bienes, y cuando aún las jerarquías religiosas no consideraban a la mujer con derechos propios, negándoles incluso la calidad para poseer la comprensión teológica del alma.
Apenas 10 años después, la obrera Micaela Cáceres, buscaba demostrar que las mujeres trabajadoras también tenían derechos laborales, cuando los obreros recién comenzaban a inscribir sus demandas en el mundo laboral. Luego, aparecen los nombres de las obreras Clotilde Abaceta y Eloísa Zurita, planteando el derecho al divorcio y a la igualdad legal de todos los hijos, independientemente de la condición en que se produjera su gestación y nacimiento. Eloísa sería una destacad protagonista chilena del Congreso Mundial de Librepensadoras.
Muchas mujeres librepensadoras de extracción humilde, siguieron su ejemplo, promoviendo la emancipación de la mujer y su derecho a la educación, en medio de las organizaciones obreras.
A partir de 1905, un grupo de mujeres de clase media, publican el periódico “La Alborada”, que bajo la dirección de Carmela Jeria, se transformará en el primer medio impreso de carácter feminista en Chile.
Hacia 1913 aparecen en la zona salitrera los Centros Belén de Zárraga, que agruparán a mujeres librepensadoras, que promueven la superación de la opresión de la mujer, por parte del sistema capitalista, con apoyo del Partido Obrero Socialista.
Por esos mismos días, mujeres de clase alta forman el Círculo de Lectura, y luego dan vida al Club de Señoras, como una forma de igualar los avances en las reivindicaciones femeninas de las mujeres de clase media, sector en que ya había varias profesionales.
Ese impulso promovido bajo la inspiración de una visión librepensadora e ilustrada, será determinante para la aparición de la figura de Amanda Pinto Sepúlveda, que entrará en la historia de Chile con el nombre de Amanda Labarca. Su reivindicación de los derechos de la mujer, a partir de 1919, la llevarán a fundar junto a Celinda Reyes el Consejo Nacional de Mujeres, inicio de un esfuerzo muy importante por la instauración de los derechos de femeninos en la legislación chilena.
Por esos años ya se instala la demanda por el derecho a voto. Eso permite la confluencia de distintos grupos, que forman el Partido Cívico Femenino.
En 1935, se constituye el MEMCH (Movimiento de la Emancipación de la Mujer), que desarrollará un conjunto de reivindicaciones políticas, vinculadas con el movimiento social de la época, emprendiendo campañas contra la pobreza, las alzas de precios, la exigencia de métodos anticonceptivos y el derecho al aborto para las mujeres en condición de desamparo.
A fines de los años 1940, se establece el voto universal, que incorpora a las mujeres a las decisiones electorales, de manera muy reducida aún, pero con un creciente protagonismo. Parte importante de las mujeres chilenas no pudieron sufragar por no saber leer ni escribir. Poco a poco comienzan a aparecer las primeras mujeres en cargo de representación, que durante las décadas siguientes seguirán siendo un porcentaje aún muy pequeño.
Los años 1960, serán años de protagonismo ascendente, a través de diversas organizaciones de mujeres, muchas promovidas a través de políticas paternalistas. Cuando se entronizó la dictadura, en 1973, las mujeres comenzaron a ser protagonistas importantes en las luchas por los derechos humanos y las demandas femeninas. A partir de ese momento, se manera ascendente, el 8 de marzo – Día Internacional de la Mujer -, se transforma en una de las jornadas más importantes del año en las movilizaciones sociales.
En 1995, una delegación de mujeres chilena participa en la Cuarta Conferencia Mundial de Beijing, y mayoritariamente adhieren a una hoja de ruta para abordar las problemáticas y los derechos de la mujer.
Hace 6 años, Chile elegía su primera Presidenta de la República. Sin embargo, aún hay poca participación de mujeres en cargos públicos y de representación.
Y no solo es eso. Aún las mujeres, en cargos laborales similares, ganan menos que los hombres. Aún hay una propensión a minusvalorar el rol de las mujeres en el mundo del trabajo. Es un tema cultural complejo, que arrastra costumbres y comprensiones de naturaleza conservadora. Esperamos que Chile siga avanzando hacia nuevos y grandes logros en los derechos femeninos.

Los “no base política”, indignados e independientes.




Francisco Córdova

El 1% de las personas que estaban inscritas voluntariamente en los registros electorales militan en algún partido político, es decir, los no militantes o independientes son la gran mayoría en este país, y tienen la libertad de cambiar su alternativa política si así lo desean, lo que quedó de manifiesto con al triunfo de Sebastián Piñera hace dos años. Chile ha cambiado su contexto electoral, hay millones de posibles nuevos votantes y tenemos una masa de “indignados” que se representan a sí mismos y que muchas veces vitorean en las manifestaciones “el pueblo unido avanza sin partido”.
Al investigar la prensa internacional los analistas coinciden que los movimientos sociales acéfalos son infértiles en generar profundos cambios sociales puesto que no existen grupos internos que busquen el poder para llevar a cabo los cambios políticos que exigen las masas descontentas, todo queda en manos de la misma clase dominante o élite política que “recoge” la demanda social y la plasma en reformas que poco cambian las cosas.
Mayo del 68 no logró más que Charles De Gaulle abandonara antes su período presidencial y se renovaran los liderazgos políticos mas no se lograron reformas profundas al sistema, todo quedó igual. Ahora los movilizados del 15M en España están en la misma situación y lo que es peor, su Estado de bienestar actualmente está en tela de juicio coronándose el descontento con el triunfo de la derecha española en las últimas elecciones ¿es eso lo que querían los indignados? pues claramente no.
En Chile los estudiantes y trabajadores movilizados no siguen a un partido o a un líder en especial, somos incrédulos y desconfiados de la clase política (sí, yo también), no son base política de nada ni de nadie ¿cuántos políticos pueden marchar al lado de los estudiantes sin temor?, y por lo mismo, quien pretenda representarlos deberá poner en marcha una propuesta que poco a poco gane su confianza y se muestre como una alternativa seria y coherente con las demandas de las y los indignados locales, es por eso que las lógicas de “base de partido” y “militantes” no podrán coincidir con el nuevo ciudadano movilizado que hoy tenemos en Chile y si vamos a construir con ellos y ellas debemos asumir que no se les puede pedir un apoyo obediente y disciplinado, y por lo mismo, los que quieran canalizar sus demandas deberán saber moverse sobre un piso político volátil e indignado hasta lograr recuperar las confianzas entorno a un proyecto en común.