miércoles, 1 de julio de 2015

Como realizar el trámite de apostasía

Por Eduardo Quiroz

El trámite de la apostasía en sí mismo es bastante simple y su resumen es el siguiente, a modo de guía para realizarlo:
El primer paso no debería existir y el segundo debería ser el primero, pero dada la modalidad del primer trámite que ya comentamos, se hace necesario esta inclusión:
1.- Recordar donde fuiste bautizado o más bien preguntar a los padres el lugar del trámite. Con seis meses o menos de edad es difícil recordar, ¿no?
2.- Dirigirse a la parroquia, capilla o iglesia donde se realizó el trámite del bautismo y solicitar una copia de la inscripción o certificado de bautismo. En tal caso, es necesario llevar un monto en efectivo, pues no es un trámite gratuito.
3.- Averiguar la diócesis de la región --o arquidiócesis si es de la Región Metropolitana--  que corresponde y certificado en mano dirigirse al lugar para solicitar el formulario de apostasía. Un dato imprescindible es que no se puede realizar el día lunes, pues es día de “descanso”.
4.- Una vez en la diócesis, llenar el formulario, el cual se realiza en conjunto con una “entrevista” con el párroco de turno, que, de manera análoga como lo hacen bancos o las empresas de servicios cuando uno solicita una baja, le realiza una charla tratando de revertir la decisión y, en mi caso al menos, al no poder revertirlo, utilizan la teoría del miedo indicando que es un trámite que le hará perder todos los “derechos” que se habían adquirido. Llenado el formulario, se firma, se le entrega y esperas por una copia de él.
5.- El formulario es enviado de manera interna a la sucursal que corresponde, donde, lamentablemente, no borran el registro sino sólo le ponen una nota al lado indicando la condición de apóstata. Deberían borrar el registro de bautismo, pues siguen manteniendo la información en sus libros de manera engañosa.
6.- Ya el trámite está finalizado, pero resulta adecuado, transcurrida una semana o dos, dirigirse nuevamente al lugar donde fuiste bautizado y solicitar un certificado de bautismo y comprobar que los datos hayan sido correctamente ingresados y que el registro haya sido actualizado.
            El trámite es, como se dijo, relativamente simple. 
            Paradójicamente, aquí lamentamos que el Estado de Chile sí respete fielmente la separación Iglesia-Estado (como no lo hace en otros casos, haciendo la vista gorda ante tantas intervenciones eclesiales en asuntos públicos), pues no existe manera civil de certificar o constatar que realmente de parte de la iglesia el hecho de apostatar se haya consumado o realizado de manera correcta y fiel al espíritu que hay tras una acción como esta: una decisión concienzuda, meditada, reflexiva y racional,destinada a corregir un vicio que aún sigue vigente en la sociedad chilena actual y en varios otros lugares del mundo.
Ejercida la apostasía, la Iglesia ya cuenta con un miembro menos. Con la honestidad por delante, quienes no profesamos una religión y vemos un mal uso de esa cifra de "mayoría", deberíamos realizar este trámite en pos de terminar con la tiranía que ejercen y buscan continuar ejerciendo los clérigos, esperando el día  en que las autoridades del Estado entiendan lo necesario que es tener un Estado cien por ciento laico.

Juan Rivano. Adiós a un pensador crítico


por Rogelio Rodríguez

Después del fallecimiento de Félix Schwartzmann, en febrero del año pasado, y de Humberto Giannini, en noviembre, nos ha dejado en abril de este año otro de nuestros grandes filósofos, acaso el más lúcido, agudo y osado en materias de análisis y crítica social: Juan Rivano.
En uno de sus libros  - El encierro del Minotauro. Ejercicios del sinsentido, el mito y el poder (1994) -, Rivano escribió que el poder y el engaño son realidades sustantivas del mundo y que el pensador crítico, viviendo también en el mundo y viendo las cosas con ojos despiertos y diciendo lo que ve, entra en conflictos con el poder. 
Esto, sin duda, puede considerarse en su caso una autorreferencia, ya que  – estando la verdad y la crítica en juego -  el mismo Rivano enfrentó valerosamente la fuerza del poder y asumió las consecuencias.  Entre otras, la consecuencia de que, en el momento de su lamentable partida, sus amigos y discípulos chilenos hayamos tenido que despedirlo a la distancia.
Por sus ideas libertarias, su estilo franco de nombrar las cosas y su permanente denuncia de la filosofía académica nacional, que acusa de descomprometida con los grandes problemas de nuestra sociedad y, por tanto, sostenedora del statu quo, luego del golpe militar de 1973 Rivano fue perseguido, despojado de sus cátedras y despedido de la Universidad de Chile (donde ejercía por largos años como profesor de Lógica y de Teoría del Conocimiento) y encarcelado.
Finalmente partió al exilio, en 1976, decidiendo residir en Suecia, donde trabajó como investigador de la Universidad de Lund hasta el momento de su jubilación. Sin embargo, nunca dejó su tierra.  Desde 1990  - fecha en que se le permitió regresar a su patria -, Rivano viajó a Chile numerosas veces trayendo siempre un texto original bajo el brazo. Así, publicó en estos años, en nuestro país, una quincena de libros casi todos bajo el sello de Bravo y Allende Editores. 
Entre otros destacan: Religión y darwinismo (1990); Diógenes: los temas del cinismo (1991); La vertebración de la filosofía (1994); El encierro del Minotauro (1994);  Retórica para la audiencia (1998); Introducción a Montaigne (2000) y Los dichos en el habla chilena (2002).
A estas publicaciones de contenido diverso las hermana un mismo propósito: Rivano siempre reflexionó y escribió con su mirada puesta en nuestro suelo, generando instrumentos analíticos que nos permitieran, a sus lectores, penetrar en nuestra realidad social y examinar clara y hondamente sus recovecos. 
La filosofía - a su juicio -  debe servir para descorrer el velo y desnudar los fundamentos de los “asuntos humanos” que experimentamos.  Esta misión se refleja asimismo en los autores tratados en sus obras, muchos de los cuales fueron introducidos por Rivano a nuestros ambientes intelectuales por su perfil perspicaz y provocativo: por ejemplo, Lear, Toulmin, Dawkins, Tomkins, Szazs, Ludwig, Mencken.
No obstante su ingente producción teórica (complementada con la publicación de más de una veintena de ensayos en revistas académicas, así como otra buena cantidad de textos inéditos que, gracias a la tecnología actual, andan circulando en versiones digitales), todavía hoy en las mansas aguas de la academia filosófica chilena se evita la agitación y el oleaje pretendiendo desconocerla.
Así, enseñadores e “historiadores” de la filosofía nacional, en las pocas ocasiones en que se refieren a la obra de Juan Rivano, estancan sus estudios en sus primeros libros (publicados hasta el año 1973) cuyo contenido era de corte neohegeliano y dialéctico-materialista.  Los sesgos ideológicos   -tanto de izquierda como de derecha -  hacen retroceder todavía, incómodos y censurantes, a la mayoría de nuestros intelectuales ante la envergadura del pensamiento crítico de Juan Rivano.
Es de esperar que las jóvenes generaciones de estudiantes de filosofía y ciencias sociales “descubran”, estudien y apliquen el pensamiento de Rivano.  Ante tanta charlatanería, fraude e impostura intelectual que nos rodea, las lecciones críticas de este “amante de la sabiduría” que nos ha dejado a sus 88 años son un tónico de lo más estimulante.

Publicado en revista Iniciativa Laicista en su edición de mayo de 2015