Dr. Rodrigo Salinas
(Publicado en la edición de septiembre de la revista Iniciativa Laicista)
En lo que va corrido del siglo, la
Humanidad ha presenciado el surgimiento de numerosas infecciones, de las cuales
previamente no se tenía noticia, o bien cuyo nuevo genio epidemiológico difiere
notoriamente del que previamente poseían, ya sea por aumento de su virulencia,
expansión del área geográfica afectada, transmisión a través de nuevos
vectores, o cambio en su carácter patogénico, dando lugar a cuadros clínicos
con los cuales anteriormente no se había sospechado que estuviesen
relacionadas.
Entre estos agentes infecciosos
emergentes se encuentra el Virus Zika, perteneciente al grupo conocido como
“arbovirus”, llamados así por el hecho de ser transmitidos por artrópodos,
acrónimo de la expresión inglesa “arthropode-borne
viruses”: virus transmitido por artrópodos.
En el caso del Virus Zika, en
particular, es transmitido por mosquitos de la familia Aedes, erradicada de
Chile continental desde 1915, pero que reapareció en Arica en abril de este
año, según confirmaron nuestras autoridades de salud.
El Virus Zika, descrito en 1947 tras ser
aislado desde un mono que era utilizado como centinela para la detección de la
Fiebre Amarilla en el Bosque de Zika, en Uganda, no fue reconocido de modo
categórico como patógeno para los seres humanos hasta el año 1953, en que tres pacientes fueron diagnosticados
con un cuadro febril leve ocasionado por ese virus, en Nigeria. Durante las décadas siguientes sólo unos
pocos casos fueron descritos, hasta el año 2007, en que una inesperada epidemia
ocurrió en la Isla de Yap, ubicada en el Océano Pacífico Occidental, afectando
a 5.000 de los 6.700 habitantes de esa isla de la Micronesia.
La situación se repitió en los años 2013
y 2014 en la Polinesia Francesa, donde afectó a más de 30 mil personas y en
otras islas del Océano Pacífico, entre las cuales erróneamente se había
incluido, en un comienzo, a la Isla de Pascua.
La situación cambió dramáticamente, en términos de masividad, tras su
identificación en Salvador de Bahía en el primer semestre de 2015, desde donde
rápidamente se extendió al resto de Brasil, llegando a afectar en diciembre de
ese año a un total estimado de 1.300.000 personas.
Durante el segundo semestre de 2015 la
infección se extendió al resto de América, reportándose hasta agosto recién
pasado su transmisión vectorial en 45 países, a lo que se debe sumar otros
cinco países, entre ellos Chile, donde se ha confirmado la transmisión sexual
del virus, identificado en el semen y en secreciones vaginales de pacientes que
lo habían adquirido tras viajar a regiones donde la epidemia estaba presente.
El carácter dramático de esta epidemia,
sin embargo, no reside exclusivamente en la masividad de una infección
previamente restringida a reportes anecdóticos, ni a la gravedad de su
presentación, que en la mayoría de los casos pasa de modo inadvertido en aquellos
que la sufren. La alarma que ha causado tiene su origen, principalmente, en la
identificación de dos complicaciones que nunca antes habían sido asociadas con
la ocurrencia de esta infección.
La primera de ellas es una complicación
post-infecciosa caracterizada por una parálisis muscular fláccida por afección
de las raíces nerviosas y sus prolongaciones hacia los músculos, conocida como
Síndrome de Guillain-Barré, de rara ocurrencia en la población general, pero
que ha visto su incidencia multiplicada varias veces en aquellas poblaciones
afectadas por la epidemia de Virus Zika.
La observación, reportada por
primera vez en la epidemia ocurrida en la Polinesia Francesa, ha sido
confirmada posteriormente en otros países donde se ha reportado la ocurrencia
de la enfermedad, particularmente en la Región de las Américas.
En su presentación habitual, cerca de un
tercio de los casos afectados por el Síndrome de Guillain-Barré requerirá de
apoyo respiratorio que debe ser entregado en unidades de cuidado intensivo, un
recurso notoriamente escaso en los países de escasos ingresos donde esta
epidemia se ha expresado, tensionando servicios de salud públicos que ya se
encontraban sobrepasados en su capacidad de respuesta en la mayoría de ellos.
La segunda de las inesperadas
complicaciones que ha acompañado la emergencia de esta epidemia, es la
asociación observada entre la infección con el virus durante el embarazo y la
ocurrencia de malformaciones congénitas serias en el cerebro del recién nacido. En septiembre de 2015, tras el inicio de la
epidemia en Brasil, se observó un notorio aumento de los casos de microcefalia
reportados en las regiones afectadas de ese país, que en reporte posterior
resultó coincidente con la observación retrospectiva publicada a partir de los
registros de nacimiento que siguieron a la epidemia en la Polinesia
Francesa.
En febrero de este año la Organización
Mundial de la Salud reconoció la posibilidad de esa asociación, al momento de
declarar el aumento de casos de microcefalia en el contexto de la epidemia por
Virus Zika como una emergencia de salud pública de importancia internacional,
remarcando en comunicaciones posteriores, sin embargo, la necesidad de
información más acabada antes de afirmar
la relación causal de modo categórico, tal como lo exige la demostración
científica de ésta última.
Desde entonces, numerosas publicaciones
han allegado información que respalda la existencia de esta relación. Las alteraciones descritas a la fecha del
último reporte de la Organización Mundial de la Salud, el 1º de septiembre
recién pasado, se extienden a veinte países afectados y no se encuentran
restringidas a la presencia de microcefalia (tamaño del perímetro de la cabeza
notoriamente inferior al esperado) sino que comprenden una serie de otras
anomalías del sistema nervioso, que pueden manifestarse como desproporción
cráneo-facial, espasticidad, convulsiones, disfunción del tronco cerebral y
calcificaciones cerebrales, entre otras.
Un respaldo a la existencia real de la asociación lo han entregado
modelos animales, así como el aislamiento del virus en placentas y cerebros de
fetos abortados, o de recién nacidos con microcefalia
fallecidos poco después de nacer.
El desafío que esta asociación plantea a
Latino América trasciende, sin embargo, a la falta evidente de recursos
materiales con que cuentan nuestros países para garantizar cuidados intensivos
a los pacientes afectados por parálisis fláccida que lo requieran, o debidos cuidados a los menores nacidos con
serias malformaciones del sistema nervioso central. El problema al que se ve enfrentada nuestra
población no es exclusivamente material, es de reconocimiento de derechos.
La infección con Virus Zika durante el
embarazo y su asociación con un riesgo aumentado de malformaciones serias del
feto ha colocado en el tapete, una vez más, la situación de menoscabo de los
derechos reproductivos en que se encuentran millones de mujeres de nuestra
región. La falta de acceso a medios
contraceptivos eficaces, la existencia de barreras ideológicas y materiales
para obtener oportunamente anticoncepción de emergencia, y los numerosos países
donde la mujer que interrumpe su embarazo es considerada una criminal, han sido
denunciados por organizaciones internacionales como una carga adicional para
aquellos grupos más desposeídos, en que la epidemia por Virus Zika y la
ocurrencia de malformaciones fetales graves han cobrado su mayor número de
víctimas.
Grupos integristas religiosos a través
de sus representantes parlamentarios han respondido en Brasil, paradójicamente,
proponiendo iniciativas legislativas dirigidas a endurecer aún más las penas
para las mujeres que acceden al aborto por razones de malformaciones del feto,
como respuesta a la epidemia que siguió a la epidemia por Virus Zika. La Santa Sede, por su parte, ha difundido una
entrevista coincidida por el Papa Francisco, en que si bien matiza la
tradicional condena al control de la natalidad,
al responder una pregunta en referencia a la situación planteada por el
Virus Zika, reitera su censura radical al aborto como un crimen, al que compara
en esa entrevista con prácticas propias de la Mafia.
Modelos desarrollados por autoridades
internacionales de salud calculan que en el año 2017 entre tres y cuatro
millones de personas contraerán el Virus Zika.
Entre ellos se prevé que numerosas serán mujeres embarazadas, o en edad
fértil.
Si la evidencia científica confirma las
observaciones que apuntan de modo concordante en el sentido de establecer una
asociación entre la infección y la ocurrencia de graves malformaciones en el
recién nacido, todas aquéllas se verán enfrentadas al dilema respecto a cómo
proseguir con su embarazo, sobre todo si el diagnóstico prenatal confirma la
existencia de esas anomalías en el embrión.
En la mayoría de los casos no tendrán
oportunidad de elegir, particularmente si pertenecen a los grupos más
desposeídos y culturalmente marginados, haciendo aún más patente la diferencia
con la situación existente en el mundo desarrollado, donde el diagnóstico
prenatal temprano se entiende éticamente
inseparable de la oportunidad de la mujer de decidir libremente respecto al
futuro de su embarazo.
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