Sebastián Jans
Esta semana se realizan las elecciones en Chile, para elegir Presidente de la República, diputados y consejeros regionales, y en la mitad de las circunscripciones electorales, deberán elegirse senadores. Esto se produce en un proceso electoral que, por primera vez, para estos cargos de hace a través de la voluntariedad del voto, ya que se derogó la obligatoriedad legal.
Esta semana se realizan las elecciones en Chile, para elegir Presidente de la República, diputados y consejeros regionales, y en la mitad de las circunscripciones electorales, deberán elegirse senadores. Esto se produce en un proceso electoral que, por primera vez, para estos cargos de hace a través de la voluntariedad del voto, ya que se derogó la obligatoriedad legal.
Siendo
el voto ahora un hecho basado exclusivamente en la determinación de conciencia,
las elecciones de 2013, señalarán objetivamente el nivel de compromiso de la
ciudadanía con los procesos de decisión que incumben a todos los chilenos y que
definen la calidad de la democracia, y las profundidad de los derechos y
deberes que tocan a cada uno de los componentes de nuestra sociedad, al margen
de cualquier diferencia.
El
intelectual español Fernando Savater, nos recuerda en una de sus obras, que los
antiguos griegos llamaban “idiotas”, a
quienes se marginaban de los debates de la sociedad y no ejecutaban sus
derechos ciudadanos. Desde entonces tal calificación está asociada a la
condición anticonsensual o la incapacidad de debatir sobre aspectos cotidianos.
Alguien que se margina de los debates y que no es capaz de dialogar o debatir,
será inevitablemente calificado de idiota.
De
allí la importancia que, cuando ocurren procesos de decisión tan importantes,
como las elecciones de autoridades y representantes, es fundamental tratar de
vencer la idiotez de quienes prefieren mantenerse al margen de los debates
nacionales, provocando que, en definitiva, sean determinados intereses fácticos
los que incidan o tuerzan el interés del bien común.
En
Chile, hay poderes fácticos que actúan cotidianamente para producir decisiones
que van contra de los intereses de las mayorías, o para avasallar a las
minorías, con el arbitrio inmoral de su poder y la impúdica adicción a la
hegemonía. Desde el poder económico y las relaciones que de allí se desprenden,
inciden cotidianamente en todos los procesos de decisión, generalmente sin que
tales actos siquiera tengan un alcance público. Su influencia o sus intereses
quedan muchas veces en el ámbito privado de su acción sobre quienes ostentan la
calidad de mandatarios de la voluntad popular, y que actúan bajo presión
económica, política o religiosa, consolidando procesos de decisión poco
transparentes y conculcantes para la institucionalidad democrática y
republicana.
De
allí la importancia de la participación ciudadana en las elecciones a
realizarse esta semana en Chile, ya que hay muchos aspectos y muchos temas que
la ciudadanía debe incorporar como cuestiones relevantes, ya que objetivamente
no da lo mismo respecto de quien sea electo Presidente de la República,
senador, diputado o consejero regional.
Si
pensamos que da lo mismo, quien ejerza alguno de esos mandatos electorales,
obviamente seguiremos teniendo de lo mismo. Seguiremos teniendo educación según
la calidad que cada cual pueda pagar, nuestros hijos seguirán siendo
discriminados según sus proveniencia social, nuestras libertades personales seguirán
siendo tuteladas por visiones exclusivistas, la desigualdad seguirá siendo la
lacerante herida abierta en el corazón de Chile, algunos poderosos seguirán
tratando de determinar lo que en conciencia a cada cual le corresponde
discernir.
El
ejercicio de la ciudadanía es fundamental, por lo tanto, para establecer cuáles
son los énfasis que las personas quieren respecto a todos los problemas que tienen alcances en su vida y en
la de las comunidades en que se desenvuelve (laborales, vecinales, comunales,
regionales, etc.).
Hay
un conjunto de temas que afectan a las personas, que algunos califican distorsionadamente
como “temas valóricos”, y que corresponden objetivamente a temas de salud, de
educación, a necesarias políticas públicas, y derechos individuales consagrados
por las convenciones internacionales, que deben ser resueltos en el próximo
periodo presidencial y legislativo. Hay cuestiones impostergables en la propia
institucionalidad republicana y democrática, que deben ser resueltas de una vez
por todas.
De
allí la importancia de participar aún desde la condición de minoría. Si los
derechos y aspiraciones de las minorías son nítidamente expresados, obviamente
que se establece la necesaria vindicación de sus demandas y aspiraciones, y la
necesidad de que ello sea un dato en las tomas de decisiones. Ello sobre la
base de que, una verdadera democracia, establece el derecho de la mayoría a
gobernar, pero también establece la obligación de considerar aquellos aspectos que
definen el interés de la minoría y el derecho a no ser avasallada.
Las
sociedades modernas son una compleja composición de minorías, en todos los
planos de la construcción de identidades particulares y segmentarias. Quienes
piensen que las sociedades modernas son uniformes y monolíticas carecen de una
visión objetiva sobre lo que ocurre en los procesos culturales,
Nuestro
llamado desde el libre pensamiento es que, cuando vote, hágalo por aquellos
candidatos que representen de mejor forma el respeto a la diversidad, a la
democracia, a los derechos individuales, al pensamiento libre.
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