Carlos Leiva Villagrán
Confieso que en la frase que pronunció el Papa Bergoglio en
Brasil, reconociendo beneficios en la laicidad del Estado, me pareció
inicialmente entender un posicionamiento diferente de la Iglesia respecto al
laicismo, tal que proviniendo de la nueva máxima autoridad, podría
significar una revolucionaria novedad.
Había dicho el Papa, según la información de prensa: "“La
convivencia pacífica entre las diferentes religiones se ve beneficiada por la
laicidad del Estado que, sin asumir como propia ninguna posición confesional,
respeta y valora la presencia del factor religioso en la sociedad”.
Tras leerla, me he formulado las dos siguientes preguntas acerca
de la expresión "Laicidad del Estado":
¿Es un concepto nuevo en el lenguaje de la Iglesia? ¿Es acaso la
realización del principio de concordia de los seres humanos promovido por el
laicismo a través de la neutralidad del Estado respecto a las diferentes
opciones de conciencia particulares y de su separación de las instituciones
religiosas, agnósticas o ateas?
En respuesta a la primera pregunta, he verificado que el concepto
de "laicidad del Estado" ya había sido utilizado por Juan Pablo II,
el 12 de enero de 2004, ante los representantes diplomáticos en el
Vaticano, donde afirmaba que la laicidad del Estado era legítima,
señalando además que ella correspondía a la separación del Estado de lo
religioso, proveniente de la expresión de Cristo:"Dad al César lo que es
del César y a Dios lo que es de Dios". Es evidente, entonces, que
referirse a la laicidad del Estado, y aún elogiarla, no es una actitud nueva en
el discurso papal.
Con respecto a la segunda pregunta, resulta de toda claridad que
el concepto de laicidad del Estado, en la expresión papal, se refiere a su
aconfesionalidad, que no considera a agnósticos y ateos, en tanto que por otra
parte tiene la pretensión de validar el hecho religioso como consustancial en
la naturaleza humana, y derivar, por consiguiente, la consideración especial
que la religión reclama por ello del Estado. Ese es el significado de esta
laicidad que "valora la presencia del factor religioso en la
sociedad".
Si examinamos, por otra parte, los usos de la expresión
"laicidad del Estado" en los pronunciamientos de la Iglesia nos
puede hacer más sentido lo que está diciendo el Papa. En 2004, Juan Pablo
II señalaba: "¡La laicidad no es el laicismo!", dando a entender que
la laicidad del Estado no debía confundirse con el laicismo, intrínsecamente
incompatible, según la Iglesia, con la libertad religiosa.
Para Benedicto XVI, el concepto de "laicidad del Estado"
adquirió un atractivo especial en el contexto de su proyecto de nueva Santa
Alianza con las demás religiones para enfrentar al laicismo. La laicidad del
Estado, digamos su aconfesionalidad, significaba, para la Iglesia, la
renuncia a que el poder político formal sea ejercido por una confesión,
cuestión por lo demás prácticamente consensuada en el mundo occidental, pero
manteniendo la obligación del Estado con las religiones, consideradas
instituciones naturales. En palabras del papa Benedicto, en discurso a
los juristas católicos el 9 de diciembre de 2006: "...la "sana
laicidad" implica que el Estado no considere la religión como un simple
sentimiento individual, que se podría confinar el ámbito privado.... A la luz
de estas consideraciones, ciertamente no es expresión de laicidad, sino su
degeneración en laicismo, la hostilidad contra cualquier forma de relevancia
política y cultural de la religión". En esta línea, Benedicto acuñaría, en
conjunto con Nicolás Sarkozy, en diciembre de 2007 en San Juan de Letrán, la
expresión "laicité positive", para distinguir una laicidad
"buena", que incluye las religiones, y una laicidad
"mala" que correspondería al laicismo.
No puedo negar que, en mi desprevención, casi he mal interpretado
la frase papal, que quizás estaba cuidadosamente preparada, precisamente,
para provocar este efecto.
En todo caso, ha bastado una somera revisión de la
expresión de Bergoglio para concluir que, una vez más, se trata de un espejismo
y nada nuevo hay bajo el sol.
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