El advenimiento de los Estados modernos en Occidente aproximadamente a
partir del siglo XV se caracterizó, entre otros, por una creciente de
secularización, bajo la forma de una transferencia de responsabilidades y
poderes ejercidos por las autoridades religiosas a las autoridades
civiles. Este proceso, sin embargo, no implicó una laicización en la
medida que las religiones continuaron manteniendo privilegios en los
Estados.
Algunos privilegios de las religiones dentro de las sociedades
secularizadas son bastante sutiles, como aquellos que dicen relación con
mantener incrustadas en las legislaciones civiles criterios que derivan
exclusivamente de preceptos de fe. Por ejemplo, no dejan de estar presentes en
la actualidad las implicancias jurídicas de la noción bíblica del jefe de
familia, que genera desigualdad de derechos entre los sexos. No en vano, el
laicismo ha promovido en este terreno la laicización del matrimonio, incluyendo
la superación de otros tabús religiosos, procurando extender el matrimonio a
otras formas de sexualidad, diferentes a la exclusividad del matrimonio
heterosexual orientado a la procreación.
En la secularización está inscrita la separación de la Iglesia de los
Estados, cuestión que tiene su contrapartida en la libertad religiosa, como
forma restringida, y en la libertad de conciencia, en forma ampliada. Estados
Unidos ha sido uno de los países que primero ha institucionalizado la libertad
religiosa, donde su Constitución ya señalaba en 1787 que “el
Congreso no podrá hacer ninguna ley con respecto al establecimiento de la
religión, ni prohibiendo la libre práctica de la misma”, con lo que disponía el
alejamiento del Estado de la pretensión de control de cualquier religión,
mientras garantizaba la libertad religiosa en la sociedad. Sin embargo,
el 30 de junio de este año, la Corte Federal, en torno al caso Hobby Lobby, ha
interpretado que la libertad religiosa implica que las empresas privadas
pueden, por motivos religiosos, negarse a proporcionar la asistencia de salud
de la píldora del día después que la ley norteamericana ha establecido como
obligatoria para las empresas en general. De este modo, una disposición
judicial podría estar abriendo un forado en la concepción de la libertad
religiosa, concebida como garantía para los ciudadanos, otorgándosela a
empresas, las que, paradojalmente, podrían ahora utilizarla contra la libertad
religiosa de las personas. El caso de Hobby Lobby es indicador de las
dificultades de hacer valer la laicidad del Estado en un contexto de sociedades
civiles secularizadas con alta influencia religiosa.
En Chile, la Iglesia se separó del Estado en 1925, culminando un proceso
de reclamo de secularidad que se había abierto con las querellas
religiosas de la segunda mitad del siglo XIX. Sin embargo, esta solución quedó
lejos de ser laica. El reconocimiento de lo religioso en la institucionalidad
pública ha continuado vigente en gran medida, y la fuente de esta situación
radica en la hegemonía ideológica que la Iglesia Católica ha mantenido desde la
Colonia y que se sostiene en su situación de poder en el sistema educacional y
se proyecta en otras áreas del quehacer nacional. En este contexto, se
entiende la resistencia feroz de la Iglesia a un proyecto de reforma
educacional que eventualmente podría afectar la provisión de recursos del
Estado a su oferta educativa.
Las situaciones reseñadas muestran palmariamente que las jerarquías
religiosas, aun habiendo aceptado y asumido la secularización de sus
sociedades, no están dispuestas a que sus creencias y preceptos se
mantengan exclusivamente en el ámbito privado de su dominio religioso. Por el
contrario, sutil o abiertamente, pugnan desde su control histórico de
conciencias en la sociedad civil por que las concepciones de mundo que derivan
de sus creencias, dogmas y leyendas queden firmemente asidas a la juridicidad
de los pueblos, con plena conciencia que ello es condición indispensable
para la perpetuación de su poder.
El proceso histórico de secularización no ha sido suficiente, y requiere
del laicismo para coronar la promesa de autonomía individual de la modernidad.
La laicización no es meramente introducir el concepto laico en
las disposiciones normativas. De manera más radical, consiste en
desmontar el dominio ideológico religioso en la sociedad civil, que transforma
la intromisión clerical en parte del sentido común ciudadano. El laicismo está
llamado a cuestionar y sustituir dicha hegemonía, que es la que hoy
permite a las jerarquías religiosas permear la institucionalidad pública a todo
nivel y en todas las latitudes.
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