Natasha Toledo
Entrevista efectuada por Manuel Romo para Revista Iniciativa Laicista
Chile está viviendo un momento sanitariamente
importante. Por primera vez en muchos años se está debatiendo en serio sobre la posibilidad de legislar para
despenalizar el aborto, iniciando la discusión con el aborto terapéutico, para
salvar la vida de la madre; cuando el feto viene en condiciones que harán imposible
la vida extrauterina; y en caso de violación.
Las encuestas dicen que casi un
70% de la población está de acuerdo con despenalizar el aborto cuando concurre
alguna de estas tres causales.
El debate ha puesto de manifiesto
que Chile comparte el dudoso honor de ser uno de los seis países en todo el
mundo que castiga el aborto y la discusión se ha abierto, entonces, a lo largo
de todo el espectro de las ideologías.
Las posiciones religiosas
argumentan que la vida del embrión está por encima de cualquier otra
consideración y que debe permitirse su desarrollo hasta su nacimiento, porque
es una persona en potencia; así sea que el embarazo mate a la madre o el feto
vaya a nacer muerto o indefectiblemente vaya a morir tras el nacimiento.
Quienes se apoyan en la ciencia,
se afirman en que no es lícito torturar a una mujer obligándola a llevar en su
vientre un feto cuyas malformaciones lo harán incapaz de sobrevivir y que
morirá sin duda al nacer; es inhumano imponerle a una mujer la obligación de
continuar con un embarazo que le provocará la muerte; y también lo es
condenarla a parir un hijo concebido por el crimen atroz de la violación.
Iniciativa Laicista ha querido contribuir al debate entrevistando a Natasha Toledo, matrona
titulada hace siete años en la Universidad de Chile, dedicada a la
docencia durante seis años y con un
posgrado en Educación.
Natasha es una activa usuaria de
las redes sociales sobre temas como violencia de género, maternidad, derechos
sexuales y reproductivos, sexismo y crianza, poniendo constante énfasis en el
atraso que sufre nuestro país, en lo que se refiere a derechos de la mujer.
En el ámbito de su profesión, se
dedica a educar mujeres en sus procesos de maternidad, a conocerse, informarse,
empoderarse, descubrir sus cuerpos y defenderlos. Casi todas las mujeres con
que trabaja están en período de gestación y las acompaña, aclara sus dudas y se
alegra con ellas durante la espera de esos niños que son tan deseados y a los
que aguarda un ambiente familiar de felicidad.
Pero sabe también que esta no es
la realidad de todas las mujeres, pues, lamentablemente, hay determinantes
sociales que afectan y muestran la desigualdad que se vive en las comunas de
menores ingresos. Sabe que allí suele haber un calvario para cientos de
mujeres, que viven en un ambiente biopsicosocial lleno de carencias, agredidas
física, psicológica o sexualmente, sin tener contención, ni amor, ni
información.
Natasha Toledo es interlocutora
válida para interiorizarnos del tema en debate.
De acuerdo a lo informado recientemente por el Colegio de Matronas, en
Chile se producen 17 mil abortos anuales en el sistema público. ¿Cuál es,
entonces, la cantidad de abortos clandestinos que se practican en el país?
Efectivamente, esos son los que se
notifican. En esa cifra se encuentran todos los tipos de abortos, ya que las
estadísticas muchas veces no precisan la causa. Si incluimos al sistema
privado, esa cifra se elevaría a unos 33 mil abortos, que es una cifra bastante
estable desde hace mucho. Lamentablemente, esa cifra no nos dice mucho, ya que
los que llegan al hospital son sólo una mínima fracción de la realidad.
Se sabe que en el sistema privado
no todos los abortos se notifican, sino que en algunas ocasiones los hacen
pasar por otros “procedimientos”; también hay mujeres que no acuden al hospital
después de algún aborto, espontáneo o provocado, sólo por miedo. Algunos
estudios elevan la cifra a 80 mil e incluso 150 mil por año.
Nunca lo sabremos mientras sean
clandestinos. Hay que tener claro que mientras haya embarazos no deseados,
siempre van a existir los abortos provocados.
Las mujeres con recursos económicos sí pueden abortar en clínicas
particulares en óptimas condiciones, aunque simulando que la naturaleza de la
intervención es otra. ¿Es, entonces, el aborto también un tema de justicia
social?
Estoy convencida de eso. Y no
sólo haciéndolos pasar por otras intervenciones, sino que saliendo del país, a
EEUU, Canadá, Reino Unido y muchos otros países de la región. En Latinoamérica,
tenemos a Puerto Rico como un país con una ley de aborto muy avanzada. Las
sumas son totalmente asequibles y los procedimientos se realizan en condiciones
muy seguras. Pero claro, se necesitan los medios económicos para viajar y tener
visa, y está claro que una adolescente de San Ramón o una dueña de casa de
Putre, no va a tener esa posibilidad.
Tengo colegas que han sido testigos
de los disfraces que utilizan médicos del sistema privado para hacer los
abortos: “legrado biópsico”, “restos de aborto”, “pólipos endometriales”… ¡Uff!
Hay muchas formas de disfrazarlos. Lo interesante es ver a las horas que los
hacen, 3 o 4 de la mañana, cuando los pabellones están con muy poco personal.
Para mí es un tema de justicia
social. Si teniendo los 800 mil a un millón de pesos que cobran por hacerse un
aborto es fácil, lo encuentran en todas las comunas. Los médicos que se dedican
a esto claramente no lo hacen para “ayudar” a las mujeres, no lo hacen para que
puedan lograr sus metas en la vida, sólo quieren lucrar.
¿Cuáles serían los alcances de una ley que despenalice el aborto en
Chile?
Las propuestas que entregó la
presidenta las comparto, aunque no ha salido el detalle aún. Una ley que
permita decidir, en forma libre e informada, si continuar o no con un embarazo
que atente contra la propia salud, física o psíquica, que sea producto de una
violación o que el producto de la concepción tenga alguna
enfermedad incompatible con la vida.
Hay mucho que debatir, pero lo
mínimo que debe contemplar, es asegurar la equidad y el acceso a todas las
mujeres que se encuentren en estas situaciones, a un procedimiento seguro y de
acuerdo a los estándares internacionales. O sea, se necesita una capacitación
del recurso humano que participará de estos procedimientos, para que acojan,
contengan... se enfrenten a la mujer en una actitud de ayuda y no con la
palabra enjuiciadora. Que incluya una consejería y acompañamiento psicológico
pre y post aborto, entre otras consideraciones.
Tienen que definir, además, qué
hacer con los médicos o matronas con “objeción de consciencia”, que claro que
las pueden tener. ¿Va a ser obligatorio para todos los centros de salud,
públicos y privados? ¿Cuáles van a ser los pasos a seguir? La idea es que sea
lo menos burocrático posible, y que el centro de todo esto, sea proteger a la
mujer que está pasando por esta difícil situación. Nadie de los que estamos a
favor de la despenalización del aborto, creemos que es “deseable” y “positivo”
abortar.
Hay mucho de idealismo religioso entre quienes argumentan en contra del
aborto ¿no le parece?
Sí, ¡mucho! Pero el idealizar no es tanto el problema.
Cada quien construye su idea de vivir como mejor le plazca. Si quieren llenarse
de hijos, criarlos y adoctrinarlos religiosamente, no tiene por qué importarme, pero el problema aparece cuando
quieren expandir sus creencias y supuestos “valores” al de al lado, y
convertirlas en ley, castigar a quien piensa diferente.
Y así ha funcionado Chile… desde
que la iglesia católica pisó esta tierra, se ha sentido con el derecho de meter
sus narices en temas de ciencia, educación, política, familia, intimidad y
sexualidad de las personas, en este caso, las mujeres. Las iglesias en Chile se
basan en una escritura extremadamente machista y patriarcal, en la cual se
señalan decenas de aberraciones en contra de la dignidad de la mujer.
O sea, para la religión católica
el sexo no es inmoral únicamente si va asociado al fin reproductivo. ¿Qué me
dice eso? Que ojalá haya un embarazo que pruebe que la mujer no es impura. Y si
se embaraza, pobre de ella que aborte, porque está ocultando la evidencia de
que “pecó”. En esos tiempos a nadie le importaba el feto, esto es algo
contemporáneo.
Actualmente, los “pro-vida” se
enorgullecen de sí mismos con ese título, que suena atractivo, casi celestial.
Para ellos, el ámbito biológico tiene supremacía a todas las demás áreas del
ser humano: fecundación es igual a persona. Nada más, y de ahí no los sacamos.
Para ellos nada puede superar a la sacralidad de la vida.
Hay movimientos ciudadanos que se oponen a las restricciones existentes
y promueven talleres y difunden manuales para lograr “abortos seguros” hasta la
cuarta semana de gestación, usando medicamentos, principalmente el Misoprostol
o Misotrol. ¿Son realmente seguros estos métodos?
En general son seguros, cuando se
usan como corresponde y teniendo algunas precauciones, ya que puede haber
graves consecuencias si no se chequean algunas condiciones de salud previo a su
uso. De hecho, desde que se usa Misoprostol, cada vez se ven menos abortos del
tipo mecánicos, como se veían antes, con palillos, soluciones salinas o
jabonosas, etc. Felizmente nunca me tocó verlas, pasan a ser leyendas de
hospital, ya que el Misoprostol disminuye enormemente el riesgo de tener un
aborto séptico, cuadro clínico de mucha gravedad, con alta mortalidad. Al menos
cuando se compara con los métodos de antaño.
Lo malo de este mercado negro es
que quienes lo venden no me consta que sean matronas o médicos, y puede que
pasen por alto recomendaciones básicas para que el uso del Misotrol sea seguro.
Tanto la Organización de Naciones Unidas como otros organismos
internacionales han llamado la atención al Gobierno de Chile sobre las altas
tasas de abortos practicados en Chile en la clandestinidad, sin que el estado
tome conciencia de su responsabilidad, proporcionando condiciones adecuadas
para su realización.
Sí, en lo personal me da
vergüenza, y pena, rabia, no sé, impotencia de vivir en un país que no protege
a sus mujeres y niñas. Un país que tiene tantas cosas buenas, que va creciendo
a buena velocidad, con muchas oportunidades, tecnología, estabilidad,
indicadores en salud… y quedemos atrás en estas cosas, que tocan y dañan tan
profundamente.
Me hubiese gustado que los
organismos internacionales no hubiesen esperado tanto, son muchos años de
espera. Yo me pregunto, y desde el año 89, ¿cuántos bebés de mujeres violadas
habrán nacido? ¿Cuánto daño emocional y social se ha producido? Niños con
carencias afectivas, maltratados, mujeres condenadas a un destino que no han
elegido. El daño es incuantificable.
¿Hasta cuándo el Estado de Chile –supuestamente laico – continuará
refugiándose en mitos religiosos para hacer oídos sordos a las voces
internacionales que le piden revisar su legislación respecto del aborto?
Lo mismo me pregunto yo. Ahora vemos una
luz, que está ardiendo; en todos los medios ha causado revuelo lo que la
presidenta ha propuesto. Y si bien me gusta que se esté hablando del tema, me asusta...
No, ¡estoy aterrada! De que no resulte, que gane el fundamentalismo religioso,
los dogmas, la intransigencia, el legado de la dictadura, y perdamos el 70% de
la sociedad chilena que estaría a favor de una ley como esta.
Espero que con esto, la gente se dé
cuenta en adelante de que no da lo mismo por quien votemos. No da lo mismo
votar por alguien que se autodenomina “Pro-vida”, que por alguien que defiende
la autonomía sexual y reproductiva de las mujeres. Hay muchos políticos que
ponen la Biblia antes que las necesidades del pueblo. En este tipo de
situaciones salen a la luz las consecuencias de las malas decisiones en
política (MR).
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