Carlos Leiva
Editorial de revista Iniciativa Laicista de septiembre de 2014
El advenimiento de los Estados
modernos en Occidente aproximadamente a partir del siglo XV se caracterizó,
entre otros, por una creciente de secularización, bajo la forma de una
transferencia de responsabilidades y poderes ejercidos por las
autoridades religiosas a las autoridades civiles. Este proceso, sin embargo,
no implicó una laicización en la medida que las religiones continuaron
manteniendo privilegios en los Estados.
Algunos privilegios de las religiones
dentro de las sociedades secularizadas son bastante sutiles, como aquellos que
dicen relación con mantener incrustadas en las legislaciones civiles criterios
que derivan exclusivamente de preceptos de fe. Por ejemplo, no dejan de estar
presentes en la actualidad las implicancias jurídicas de la noción bíblica
del jefe de familia, que genera desigualdad de derechos entre los sexos. No en
vano, el laicismo ha promovido en este terreno la laicización del matrimonio,
incluyendo la superación de otros tabús religiosos, procurando extender el
matrimonio a otras formas de sexualidad, diferentes a la exclusividad del
matrimonio heterosexual orientado a la procreación.
En la secularización está inscrita la
separación de la Iglesia de los Estados, cuestión que tiene su contrapartida en
la libertad religiosa, como forma restringida, y en la libertad de conciencia,
en forma ampliada. Estados Unidos ha sido uno de los países que primero ha
institucionalizado la libertad religiosa, donde su Constitución ya
señalaba en 1787 que “el Congreso no
podrá hacer ninguna ley con respecto al establecimiento de la religión, ni
prohibiendo la libre práctica de la misma”, con lo que disponía el
alejamiento del Estado de la pretensión de control de cualquier religión,
mientras garantizaba la libertad religiosa en la sociedad.
Sin embargo, el 30 de junio de
este año, la Corte Federal, en torno al caso Hobby Lobby, ha interpretado que
la libertad religiosa implica que las empresas privadas pueden, por motivos
religiosos, negarse a proporcionar la asistencia de salud de la píldora del día
después que la ley norteamericana ha establecido como obligatoria para las
empresas en general.
De este modo, una disposición
judicial podría estar abriendo un forado en la concepción de la libertad
religiosa, concebida como garantía para los ciudadanos, otorgándosela a empresas,
las que, paradojalmente, podrían ahora utilizarla contra la libertad religiosa
de las personas. El caso de Hobby Lobby es indicador de las dificultades
de hacer valer la laicidad del Estado en un contexto de sociedades civiles
secularizadas con alta influencia religiosa.
En Chile, la Iglesia se separó del
Estado en 1925, culminando un proceso de reclamo de secularidad que se
había abierto con las querellas religiosas de la segunda mitad del siglo
XIX. Sin embargo, esta solución quedó lejos de ser laica. El reconocimiento de
lo religioso en la institucionalidad pública ha continuado vigente en gran
medida, y la fuente de esta situación radica en la hegemonía ideológica que la
Iglesia Católica ha mantenido desde la Colonia y que se sostiene en su situación
de poder en el sistema educacional y se proyecta en otras áreas del
quehacer nacional. En este contexto, se entiende la resistencia
feroz de la Iglesia a un proyecto de reforma educacional que eventualmente
podría afectar la provisión de recursos del Estado a su oferta educativa.
Las situaciones reseñadas muestran
palmariamente que las jerarquías religiosas, aun habiendo aceptado y
asumido la secularización de sus sociedades, no están dispuestas a que
sus creencias y preceptos se mantengan exclusivamente en el ámbito
privado de su dominio religioso.
Por el contrario, sutil o
abiertamente, pugnan desde su control histórico de conciencias en la
sociedad civil por que las concepciones de mundo que derivan de sus creencias,
dogmas y leyendas queden firmemente asidas a la juridicidad de los pueblos, con
plena conciencia que ello es condición indispensable para la perpetuación
de su poder.
El proceso histórico de
secularización no ha sido suficiente, y requiere del laicismo para coronar la
promesa de autonomía individual de la modernidad. La laicización no
es meramente introducir el concepto laico en las disposiciones
normativas. De manera más radical, consiste en desmontar el dominio ideológico
religioso en la sociedad civil, que transforma la intromisión clerical en parte
del sentido común ciudadano. El laicismo está llamado a cuestionar y sustituir
dicha hegemonía, que es la que hoy permite a las jerarquías religiosas
permear la institucionalidad pública a todo nivel y en todas las latitudes.
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