Rogelio Rodríguez
DESTEJIENDO
EL ARCO IRIS. CIENCIA, ILUSIÓN Y EL
DESEO DE ASOMBRO, de Richard Dawkins.
Tusquets
Editores, Barcelona, 2000, (352 págs.)
Dawkins
realiza, en este libro, una apasionada defensa de la ciencia en dos frentes.
Primero, se
opone a quienes acusan a la ciencia de robarle a la vida la calidez que la hace
digna de vivirse. El título de su
libro - nos explica - procede de un poema de John Keats, quien creía
que Newton había destruido la poesía del arco iris al reducirlo a los colores
prismáticos. Esto, a juicio de Dawkins,
es una equivocación. La ciencia, lejos
de provocar frialdad y desolación, puede proporcionar asombro reverencial
mostrando el sentido de lo maravilloso que hay en el mundo.
Quienes se
definen como amantes del arte, muchas veces sienten una injustificada antipatía
hacia la ciencia y la razón, pues en ellas no hay nada de amenazador. Por el contrario, los misterios no pierden su
encanto cuando se los resuelve, la solución es muchas veces más bella que el
enigma e, incluso, cuando se desentraña un misterio salen a relucir otros,
quizás inspiradores de una poesía más elevada.
Con un estilo
cautivador, ameno, al alcance de todo lector, Richard Dawkins recopila - desde la astronomía y la genética hasta el
lenguaje y la realidad virtual - ejemplos variados que muestran que la ciencia también entraña belleza y
que el descubrimiento de los mecanismos que rigen los fenómenos naturales,
lejos de destruirla, ensalza la poesía revelándonos aspectos sorprendentes que
de ninguna otra manera podríamos apreciar o imaginar.
El otro frente es el de las
pseudociencias. ¡Cuánta superchería y
charlatanería tratan actualmente de vestirse con el ropaje de la ciencia para
ser, así, admitidas en el escenario de las certidumbres humanas! Sin embargo, no pasan de ser creencias
infundadas, “mala poesía” al decir de Dawkins.
¿Qué impulsa a
la gente a creer en cosas para las cuales no existe la menor comprobación? Nuestro autor, biólogo evolucionista,
aventura una teoría: en el caso de la especie humana la selección natural (la
supervivencia de los mejor adaptados) favorece la credulidad ingenua de las
criaturas infantiles, penalizando una actitud mental experimental y escéptica a
esa edad. Naturalmente el aprendizaje
mediante ensayo y error no es algo positivo ni beneficioso en la niñez, pues
los errores son a veces demasiado costosos, pudiendo incluso llegar a acabar
con la vida de quien ensaya. De modo que
la credulidad en los niños - ante lo que
dicen sus padres, sus profesores, las personas mayores - es, en general, algo normal y saludable.
Pero esta
candidez confiada puede tornarse en credulidad enfermiza y censurable si
persiste en la edad adulta. Crecer debe
incluir el cultivo de un saludable escepticismo. Sin embargo, la extendida disposición mental
hacia la credulidad en la adultez surge del anhelo de las comodidades y
seguridades perdidas de la niñez. Y de esta disposición se aprovechan los
propagadores de pseudociencias.
Dawkins pasa
revista a varios ejemplos de “poesía científica mala”: la astrología, las “ciencias de lo
paranormal” (precognición, telepatía, espiritismo), las teorías sobre visitas
extraterrestres, la especulación sobre milagros y coincidencias
sobrenaturales. Con ironía, pero también
con rigor científico, nuestro autor enfrenta a estas pseudociencias mostrando
lo que más probablemente son: fraude,
ilusión, alucinación, error o embuste.
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