martes, 25 de noviembre de 2008

Por la defensa del laicismo


Danny Monsálvez - Académico Historia U. de C.

Tiempo atrás, en este mismo espacio, el académico de la UST, Benjamín Correa, nos prevenía sobre el peligro que significaba el avance de la ideología laicista y la amenaza que aquella significaba para nuestro país. A lo cual agregaba: “La batalla entre la cultura de la vida, la cultura cristiana y de la muerte se está jugando en todos los ámbitos: universidades, medios de comunicación, partidos políticos”.
Sumándonos a esa “batalla”, pero de ideas, queremos plantear lo siguiente:
El laicismo no es un tema nuevo, para algunos no muy llamativo y para otros feligreses y devotos un verdadero atentando a la vida; tal vez por el hecho que se piensa que aquel concepto, contenido y propuesta se circunscribe solamente a la eterna lucha laico-religiosa, la separación Iglesia del Estado, o en último caso, una especie de animadversión encubierta contra todo aquello que tenga un atisbo de religioso; sin embargo, el laicismo es mucho más que aquello, es una actitud, conducta, forma de vida que rechaza todo dogmatismo, que no es necesariamente religioso, sino que también cultural, social, económico, racial y político. El laicismo es una forma de sociabilidad, identidad, pertenencia, compromiso y proyecto social.
El laicismo como cuerpo de ideas, contiene elementos fundamentales desde el punto de vista de los Derechos Humanos, tales como la capacidad de libre albedrío como fundamento y método; respeto a la diversidad, la solidaridad, civilidad y democracia; pero además, conlleva intrínsicamente otros factores, por ejemplo, una propuesta universalista, racionalista, que significa prospectar, reflexionar, entender y asimilar que las practicas de los seres humanos obedecen a razones y no a dogmas y donde el derecho de conciencia que cada persona tiene se transforma en un valor inalienable. En ese sentido, hombres y mujeres se trasforman en auténticos sujetos históricos al ser los principales protagonistas de la historia. Es decir, a) “la historia no debe ser pensada como la encarnación de la voluntad de la Providencia, sino como la obra colectiva de los hombres; b) por ello es concebible la esperanza que esta historia sea mejorada por la acción mancomunada de los mismo hombres” (Moulian, 2001: 22).
Asimismo, rescata y promueve valores como la tolerancia que no es otra cosa que el respeto a la diversidad y pluralidad, que emerge como una manera de pensar, actuar y obrar distinto. Pero el principio de tolerancia no debe ser pasivo, o aludir a una tolerancia residual, o sea “…toleramos lo que está incluido en un ámbito cuyo cerco es lo intolerable” (El Mercurio, domingo 23 de noviembre de 2003, p. E 19). Peor aún, invocando el “bien común”, se intenta justificar determinadas decisiones de una autoridad. Incluso (autoridades o líderes) “pretenden que la moral y las costumbres estén de acuerdo a la visión de ellos, donde además, nos expresemos a través de ellos y por último que nuestros oídos esté libres para que escuchemos lo que sólo ellos nos tienen que decir” (Jans, 23 de agosto de 2008).
El laicismo apuesta por una tolerancia activa, inclusiva y participativa, que no evade la problematicidad de la cosas, donde el hombre asume conciente una actitud perenne de reflexión; en otras palabras, como señala el intelectual mexicano Carlos Monsiváis “…participar en la interpretación hasta donde puedo, y apoyar los movimientos (ideas, principios, valores) que me resultan importantes y hacer la crítica de aquellos que usurpan el sitio de los realmente importantes”. (El Mercurio, domingo 25 de abril de 2004, p. E 11)
El laicismo por principio no evade el debate, la contraposición y el conflicto, ya que tal como señala el Filósofo Político Etienne Tassin, “…no hay que identificar violencia con conflicto. El conflicto no se puede evitar. Existe. Es fiarte de la pluralidad. Desde que hay pluralidad hay conflicto”. (El Mercurio, domingo 6 de noviembre de 2005, p. E 15). Conjuntamente propone una praxis humanista, donde lo que importa es el hombre y sus conductas responsables en sociedad; teniendo como pilar fundamental la libertad de conciencia.
Finalmente, y retomando la batalla de ideas, creemos que los laicistas tienen que apostar por instalar temas en el tapete de la discusión tanto desde la academia como a nivel ciudadano. Por ejemplo, que tipo de democracia queremos construir, participación y derechos ciudadanos, gobernanza local, formación cívica, vínculos entre política-religión-negocios, concentración y pluralismo en los medios de comunicación, etc. Sólo de esta forma, promoviendo el debate y la reflexión, el laicismo se transformará en referentes activo en el plano social, cultural y político.

http://blog.elsur.cl/2008/11/17/por-la-defensa-del-laicismo/

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