martes, 25 de noviembre de 2008

TABARISMO, FASE SUPERIOR DEL CONFESIONALISMO


Sebastián Jans


El Presidente de Uruguay, Tabaré Vásquez ha vetado la iniciativa legal, aprobada en el Parlamento de su país, que despenalizaba el aborto a través de la llamada Ley de Defensa de la Salud Sexual y Reproductiva. Se trataba de una emblemática intención legal de la mayoría parlamentaria, cuya tramitación lleva largo tiempo, y que ofrecía respuestas concretas y coherentes respecto de las demandas en salud sexual y reproductiva de mujeres y hombres, y hacía visible la existencia de un territorio de derechos, de autonomías y de libertad, cual es el ámbito de la sexualidad y la reproducción.
La intención de despenalizar el aborto ante la demanda de las mujeres uruguayas, permitía esa opción hasta las 12 semanas de gestación, reconociendo a las mujeres, sin distinción de clase social, como sujetas de derecho y como entes morales responsables de las decisiones que adoptan sobre su maternidad.
Pero no solo se trataba de la interrupción voluntaria del embarazo, sino que establecía una serie de medidas para garantizar la promoción y protección de la salud sexual y reproductiva de ambos géneros, constituyendo un paso relevante para los derechos de conciencia de los uruguayos. En Uruguay se realizan más de 30.000 abortos en el año, según las cifras oficiales, pero se calcula que la realidad de los abortos ilegales es por los menos el doble.
Uruguay estaba por constituirse, al concretarse tales derechos, en un ejemplo de democracia, al abordar con distintos sectores de la sociedad una acción ética de defensa y promoción de aquellos derechos que hasta ahora son muy difíciles de concretar en la vida cotidiana: los derechos humanos sexuales y reproductivos. De ese modo, el pasado martes 11 de noviembre de 2008, el Senado uruguayo finalmente aprobó el Proyecto de Ley de Defensa de la Salud Sexual y Reproductiva, por 17 votos de un total de 30, representando de manera decidida al 63 por ciento de la población que apoyaba la nueva normativa legal.
Conocida la aprobación parlamentaria, a los pocos días, el Presidente Tabaré Vásquez dio un golpe mortal a la iniciativa legal, al vetarla alegando razones de orden jurídico, científico y técnico, golpe brutal no solo a la mayoría de los uruguayos, sino también a la esperanza de las mujeres latinoamericanas de imponer sus derechos y libertades consagrados por los organismos internacionales.
Con el respaldo a sus palabras por parte de las autoridades religiosas del país y de los dirigentes conservadores de país, Tabaré Vásquez señalo: “La objeción de los capítulos del proyecto de ley referidos a la interrupción voluntaria del embarazo, disposiciones generales y modificación del delito de aborto, está fundamentada en razones de orden jurídico, científico y técnico: identidad filosófica y principios éticos”.
Claramente, Tabaré Vásquez subordina las razones de orden jurídico, científico y técnico a una identidad filosófica y a principios éticos. De esta manera formula una doctrina presidencial, que tendrá impacto no solo en Uruguay sino en toda América Latina, porque cualquier Presidente de la República podrá pretender erigirse en la voz de una conciencia nacional a partir de su identidad filosófica y sus principios éticos.
Pero, más allá de esta contingencia, ni siquiera podemos decir que es el pensamiento del 37% de los uruguayos que apoyó su veto a la ley, ya que ese segmento en general no comulga con las ideas de Tabaré Vásquez en otros planos. ¿Deberemos decir que hay una conciencia uruguaya en torno a la identidad filosófica y los principios éticos que el Presidente ha impuesto?
Sería de mucha relevancia que la clase política y los gobernantes con pretensiones tutelares de la conciencia de las personas, como es el caso de Tabaré Vásquez, leer al teólogo suizo Alexander Vinet, respecto de la imposibilidad de establecer una conciencia colectiva y que la conciencia individual es la única posibilidad del hombre de enfrentarse con libertad al conjunto de la sociedad.
Ha sido pretensión de las distintas confesiones que sus puntos de vista y sus valores no sean solo obligatorias para sus adeptos, sino que inevitablemente buscan que ellos sean aplicables incluso a quienes no practican su credo, cuando no se trata de eliminar a quienes pretenden otra verdad revelada.
Durante siglos la Iglesia Católica ha pretendido que su concepción de la vida y de los derechos de las personas, se imponga como una conciencia colectiva, a toda la sociedad, más allá de las diversidades de los credos y los no credos que se expresan en la sociedad. Esa conducta es lo que se ha identificado como confesionalismo, es decir cuando determinada confesión o credo es capaz constituirse en una doctrina que debe aplicarse horizontal y verticalmente a toda la sociedad y especialmente en sus estructuras de poder, como medio para forzar a la sociedad civil a acatarla.
Lo que hace Tabaré Vásquez es superar el estadio de la pretensión confesionalista, ya que no pretende imponer ciertos valores religiosos. Supera el confesionalismo – porque la pretensión de hegemonía ya no necesita una verdad revelada -, porque basta con declarar basamentos filosóficos y éticos propios, inherentes a la conciencia personal, para obligar al resto de la sociedad a reconocerlos como válidos para todos y a cada una de las personas.
Olvida este Presidente, que pretende un sesgo de progresismo, que los fundamentos y principios éticos a los que alude son los que deben orientar sus propios actos y sus propias decisiones, pero corresponde a la libertad personal de sus ciudadanos optar por su propia identidad filosófica y principios éticos, y que solo los obliga la ley, pero cuando ella tiene la capacidad de ser expresiva de los consensos fundamentales que hacen la vida de las personas vivible en justicia y respeto por los derechos de todos.
Así, Tabaré Vásquez llega al “vetazo”, por encima de las concepciones éticas de sus ciudadanos. Como Pinochet y Merino impusieron la penalización del aborto en Chile, o como Mario Fernández y los otros Ministros del Tribunal Constitucional en Chile, declararon inconstitucional el uso de la Píldora Anticonceptiva de Emergencia en los servicios públicos de salud. Frente a los derechos sexuales y reproductivos, derechos que surgen de las libertades de cuarta generación, la diferencia entre los mencionados no existe y en sus actos y dichos se conjugan.
Así, el actual Presidente uruguayo no solo ha vetado una ley, sino que ha puesto una profunda objeción a los derechos emanados de la libertad de conciencia, y su decisión no solo afecta a las mujeres y a los derechos de conciencia de los uruguayos, sino que nos afecta a todos los latinoamericanos. Tabaré Vásquez ha impuesto sus propias referencias filosóficas y éticas, su pensamiento, a todos los uruguayos, formulando una doctrina, no nueva, pero que quedará inseparablemente ligada a su nombre en el futuro de nuestro continente.

No hay comentarios: