sábado, 18 de septiembre de 2010

Laicismo Bicentenario

Sebastián Jans



Chile ha iniciado las celebraciones de su bicentenario como país independiente. Son los doscientos años de una Patria que debe acogernos a todos sus habitantes en una común identidad, una misma territorialidad, una misma ley, una misma institucionalidad. Por lo menos así fue concebida por quienes desarrollaron y condujeron la lucha emancipacionista, por quienes, junto a O´Higgins, echaron las bases de una concepción de país, que – a pesar de avances y retrocesos – ha subyacido como una afirmación permanente, y que se repone en la agenda nacional, por parte de las fuerzas del progreso, cada vez que se producen retrocesos.

Es la idea de una Patria inclusiva y de todos, que se manifiesta en la “Declaración de Independencia” y en la “Proclama a los Araucanos”, obra de nuestro Libertador y fundador republicano. Eso es lo que ha dado un carácter a nuestro país, a través de nuestra trayectoria en el concierto de las naciones americanas.

Y quienes concibieron a nuestro país, construyeron su independencia, y establecieron sus instituciones republicanas, lo hicieron a su vez, fundando los principios del laicismo como forma de ordenar la convivencia nacional, sobre la base de reconocer la diversidad de conciencia y el respeto a las distintas creencias. Ello ha prevalecido a pesar de los grandes retrocesos que muchas veces se han consolidado por un tiempo prolongado.

O´Higgins, Padre de la Patria, puede ser reconocido también como Padre del Laicismo chileno, y ello no lo hace a partir de una manifestación discursiva, sino a partir del hecho concreto del construir institucionalidad. No lo hace proclamando la condición laicista de su acción y convicción, toda vez que el concepto de laicismo proviene de una consecuencia de los debates de conciencia de la segunda mitad del siglo XIX, sino que lo hace a partir de una convicción de que la República, por la cual luchó denodadamente, debía fundarse en la diversidad de conciencia.

Es Barros Arana, quien nos lo recuerda en su discurso de homenaje en la repatriación de los restos de O´Higgins: “A principios de 1818, todo estaba preparado para hacer la solemne declaración de la independencia de Chile... Los consejeros de O´Higgins, siguiendo el ejemplo trazado por otros pueblos americanos declaraban el que Chile estaba resuelto a vivir y morir libre, defendiendo la fe católica con la exclusión de otro culto. ¿Sabéis lo que contestó el Director Supremo cuando se le presentó el manuscrito para que se pusiese su venerable firma? … La protesta de fe que observo en el borrador cuando habla de nuestro deseo de vivir y morir libres defendiendo la fe santa en que nacimos, me parece suprimible por cuanto no hay de ella una necesidad absoluta y que acaso puede chocar algún día con nuestros principios de política. Los países cultos han proclamado abiertamente la libertad de creencias… e importaría tanto proclamar en Chile una religión excluyente, como prohibir la emigración hacia nosotros de multitud de talentos y brazos útiles en que abunda el otro continente. Yo a lo menos no descubro el motivo que nos obligue a protestar la defensa de la fe en la declaración de nuestra independencia”.

Aquello fue la antesala de una concepción republicana, que se fue asentando profundamente en aquellos que querían hacer avanzar a Chile, con los fuertes y constantes vientos del progreso por una nueva construcción social. Es la voluntad progresista de establecer los grandes derechos de la Humanidad y la humanización.
Es en esa misma aspiración donde se construyen las figuras de Bilbao y Eduardo de la Barra, como los grandes teóricos de las libertades políticas, sociales y espirituales. Así es como se construyen las herencias de Santiago Arcos, Victorino Lastarria, Manuel Antonio Matta, Pedro León Gallo y Angel C. Gallo, en el campo de la acción política. Esa es la aspiración que se renueva con otros contenidos, con las reivindicaciones femeninas de Martina Barros, Isabel Le Brun, Micaela Cáceres y Eloísa Zurita.

Es lo que está presente cuando se promulgan las leyes laicas, o cuando se impulsa la educación como un objetivo nacional a partir del Estado Docente. Es el impulso que se hace evidente en la emergencia y consolidación mesocrática. Es lo que está presente en la emergencia del movimiento obrero, en torno a las figuras de Luis Emilio Recabarren, Alejandro Escobar Carvallo, Augusto Pinto o Carlos A. Martínez.

Es lo que ha estado presente en las figuras que impulsaron a Chile hacia la modernización y los desafíos del siglo XX: Arturo Alessandri, Pedro Aguirre Cerda, Amanda Labarca, Marmaduque Grove, Eugenio Matte, Juan Antonio Ríos y Salvador Allende. A quienes desde el campo de la educación concibieron a esta como la herramienta para la construcción de la libertad de conciencia y el progreso nacional: Valentin Letelier, Darío Salas, Eugenio Gonzalez Rojas y Juvenal Hernández.

Junto a ellos hay miles de chilenos que bajo la inspiración de la libertad de conciencia han realizado su aporte en el servicio público y en instituciones orientadas al desinteresado servicio a los demás, sin pretensiones de subordinar a los destinatarios de ese servicio a un conjunto de ideas predeterminadas. Son los miles de laicistas que son y han sido funcionarios del Estado, que son y han sido voluntarios de Bomberos, del Bote Salvavidas, de Cruz Roja, de Boy Scouts; que son y han sido educadores y académicos, administradores de justicia, integrantes del sistema público de salud, etc.

Ellos han hecho su aporte a esta Patria que es de todos, y la han construido con la idea de que debe ser de todos. Son los que han comprendido oportunamente las deudas y las falencias, trabajando con decisión por satisfacerlas. Son los que asumen la crudeza de la crítica social para convertirla en una oportunidad para avanzar y convertir los retrasos en avances.

A 200 años de su primer acto de independencia, Chile, en el momento de pasar lista a sus éxitos y fracasos, en el ámbito de su convivencia social reconoce sus retrocesos y sus avances. Los débitos aparecen con una crudeza que asombran, pero ello no objeta la fortaleza de lo que nos identifica como una comunidad nacional, sostenida en convicciones profundas que los fundadores de nuestra República, de nuestro país, nos siguen transmitiendo con la fortaleza de su doctrina.

La convicción laicista que sostuvieron Bernardo O´Higgins, Ramón Freire, Francisco A. Pinto y Manuel Blanco Encalada, por mencionar a los más significativos, es la que renovamos como proyecto nacional de convivencia, cuando celebramos el Bicentenario de la emancipación de Chile.

No hay comentarios: