lunes, 28 de marzo de 2011

Caso El Bosque: A poner coto a la enseñanza religiosa en los niños




Carlos Leiva Villagrán


Para fundamentar la oposición a la enseñanza religiosa en los colegios públicos, el laicismo ha señalado por décadas la inconveniencia de adoctrinar ideológicamente a los niños, especialmente en la escuela, dado el carácter de clausura y cerrazón que tiene toda doctrina, al inocular dogmas y creencias en los niños al interior de la institución escolar, la que precisamente tiene como opuesta misión abrir las mentes de los niños al conocimiento y al asombro en camino hacia su libertad y autonomía individual.
Pues bien, en el último tiempo, se ha agregado una nueva y fundamental motivación para apartar a los niños de la enseñanza religiosa: el riesgo para la integridad del niño, inherente a su relación con el adoctrinador religioso.
Los casos de pederastia en la Iglesia chilena no son casuales o circunstanciales. Como ha quedado en evidencia tras las denuncias en el caso de la iglesia El Bosque de Providencia, hay una historia de abusos sexuales cometidos por los clérigos sobre niños de iglesias y colegios en Chile, muchos de ellos silenciados, por vergüenza de las víctimas o por el silencio o encubrimiento de la autoridad eclesiástica. Son situaciones que vienen a sumarse a los miles de casos de abusos de religiosos que en diversos países han sido dados a conocer en los últimos años.
No es posible ya continuar con el engaño exculpatorio de que se trata de personas enfermas o desquiciadas como las que hay en cualquier institución (son bien poquitos, decía el Cardenal Errázuriz). No. El caldo de cultivo está en el dominio incontrarrestable que los adultos religiosos pueden adquirir sobre la moldeable conciencia de los niños en catequesis por medio del discurso ideológico que atribuye a esos religiosos la facultad de enseñar los caminos del bien y del mal. Para los adultos, con criterio independiente ya formado, este discurso puede ser o no aceptado, y su decisión forma parte de su indelegable libertad. En los niños, sin embargo, el discurso religioso es recibido como verdad indiscutible, y con su disposición natural a adherir quedan expuestos a la manipulación morbosa de los códigos morales. Los preceptos del clérigo, a diferencia de los maestros de la clase, significan salvación o perdición eternas. Su discurso sobre el pecado y el castigo en el infierno se nutre impúdica e inmoralmente del miedo infantil, y lo empuja naturalmente a la senda del bien señalado por el religioso, que es una invitación a compartir la pompa y suntuosidad del ritual, del templo, de la comunión y de la confesión. El riesgo de abuso, de este modo, no es circunstancial, sino consustancial a la relación entre niño y adulto religioso en la formación catequística. Por ello, la aplicación del adoctrinamiento religioso a los niños, siempre dispuestos a confiar en los adultos, constituye un crimen, y el Estado no puede ya más soslayar esta atrocidad.
El derecho a la libertad religiosa para los ciudadanos no debe entenderse como libre franquicia para adoctrinar a los niños, y menos obligación para el Estado de fomentar la enseñanza religiosa en los infantes. El niño es una conciencia frágil, en proceso de formación a través del conocimiento; el adoctrinamiento y la entrega de verdades reveladas no contribuyen a esta formación, recluyendo al niño, por el contrario, en el dogma, en el miedo, en la entrega irracional y el fanatismo.
Es de lamentar que muchísimos padres no aprecien el mal que provocan en sus hijos al entregarlos al adoctrinamiento religioso, por más que estén en su derecho a hacerlo. Empero, situaciones como las de la Iglesia El Bosque constituyen una alerta para los padres que proporcionan formación religiosa doctrinaria a sus hijos, riesgo que se multiplica cuando deciden confiar el adoctrinamiento a una institución eclesiástica.
Lo que es inaceptable, en todo caso, es que la institucionalidad estatal continúe subvencionando la educación religiosa en colegios públicos. El Estado cumple con su misión republicana cuando mantiene la formación de sus niños fuera del adoctrinamiento ideológico, ya sea político o religioso. A la luz de las recientes revelaciones de abusos eclesiásticos, resulta urgente volver a promover la eliminación de las clases de religión de la educación pública y revisar el carácter de la subvención del Estado a aquellos establecimientos que entregan enseñanza religiosa a los niños en sus planes de estudio. El caso de la Iglesia El Bosque, que conforme a las expresiones de los denunciantes hace presumir que un sinnúmero de niños han sido y están siendo abusados como derivación del control ideológico eclesiástico, exige que las autoridades políticas de este país avancen decisivamente en poner coto a la enseñanza religiosa en los colegios, caldo de cultivo preferencial del abuso sexual a niños chilenos.

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