lunes, 19 de enero de 2009

A PROPÓSITO DE UNA RESPUESTA: UNA CONTRIBUCIÓN AL DEBATE.




Sebastián Jans


En la entrevista efectuada al Prof. Mario Waissbluth, en Radio Inés de Suarez de Concepción, 23/12/08, (se puede oir en el sitio web www.educacion2020.cl), envié vía correo electrónico una pregunta con una fundamentación previa. En la fundamentación previa indiqué textualmente: “Hay un nudo ideológico en el debate sobre la educación chilena, que es muy difícil de resolver. Pero, también, hay un nudo mercantil. Los proyectos educacionales verdaderamente nacionales siempre han descansado en un proyecto de país, que se ha consensuado sobre la base de un pacto social. Las bases del actual sistema educacional siguen descansando en la arbitraria imposición de la fuerza, ya que proviene en sus fundamentos de un régimen dictatorial. Eso tiene que ver con el nudo ideológico. Esa imposición arbitraria, que la democracia ha sido incapaz de enfrentar, provoca un resultado económico. Y ahí se ata el nudo mercantil. Este sistema ha creado riqueza para no pocos en la venta de servicios educacionales, entre ellos los colegios dependientes de la Iglesia Católica.
Aquellos que han hecho un excelente negocio ¿que interés pueden tener en cambiar las reglas del juego, permitiendo que colegios públicos, hoy pauperizados y haciendo un servicio de muy mala calidad, entren a competir un mercado que los colegios religiosos o aquellos que buscan el lucro en este momento tienen cautivo? Al hacer esta pregunta, tengo presente que, hace treinta años y más, los colegios públicos de calidad captaban a los mejores alumnos, y los alumnos menos exitosos terminaban en la escuela privada o en la escuela religiosa”.
La respuesta del Prof. Waissbluth me pareció absolutamente coherente con los planteamientos que ha venido sosteniendo, las cuales comparto en gran medida, pero creo necesario hacer una extensión aportativa al sentido de mi consulta toda vez que, efectivamente, hay una cuestión de mayorías que resolver, y que en la respuesta dada no me pareció satisfactoria.
Posiblemente, en definitiva, la respuesta a la pregunta que formulara el suscrito sea que hay que movilizar a la ciudadanía a favor de los cambios que la educación necesita. Para ello hay que hacer conciencia – aumentar el consenso en el diagnóstico y, probablemente aumentar el diagnóstico - y convocar a todos los directamente afectados (padres y apoderados, educandos, educadores, etc.). Cuando vastos sectores de nuestra sociedad se expresen con fuerza, de manera concreta, no virtual, se habrá producido un movimiento ciudadano capaz de hacer comprender a nuestra clase política de la necesidad de consensuar la más pronta solución.
Si algo ya importante ha permitido Educación 2020, es vislumbrar un consenso ciudadano respecto de lo obvio que dice relación con la formación de los docentes, como causa central en la mala calidad de la educación. A ello se suma la perniciosa señal que manda el mercado respecto a la aspiración de ingreso para aquellos que querrían hacer docencia, especialmente en las escuelas públicas. Un aspecto no menor lo constituye por cierto la mala calidad formativa de quienes tienen la administración de los colegios públicos. Ese consenso tiene que ver con el diagnóstico, no con la solución.
Para aventurarnos en el consenso de la solución, hay que reconocer que esto es consecuencia de un diseño político estratégico heredado y de la evasión política de quienes han estado llamados a enfrentar las causas de fondo que afectan a la educación chilena. No creo que esa evasión tenga que ver con lenidad, sino que esencialmente por la presión de actores interesados en no provocar cambios estructurales, ya que los beneficios del actual sistema para ellos son enormes, a pesar de los pobres resultados en la calidad. Si no fuera así no habría escuelas de profesores “chantas” ni colegios “chantas”, publicitariamente muy bien posicionados.
¿Será que el desafío inmediato esté en construir la expresión ciudadana de insatisfacción, antes de buscar un consenso que nadie con poder de decisión quiere, por ahora, ver como urgente? Al fin y al cabo, los movimientos sociales están para problematizar, y la clase política para buscar las soluciones con arreglo al carácter de las demandas y a la realidad de los intereses en juego. Por lo menos, eso es lo que enseña la historia de los protagonismos ciudadanos y eso es lo que debiera consolidarse decididamente frente a este grave problema nacional. Tal vez, mi preocupación puntual sea que, como tiende a ocurrir, es que los movimientos sociales que hoy puedan denunciar las falencias de nuestro sistema educacional se politicen antes de lo previsto, a través del concurso de sus líderes en un tipo de solución, antes que el diagnóstico sea socializado y consensuado en el protagonismo social y ciudadano. Suele ocurrir que los movimientos ciudadanos terminen en otra cosa, mucho antes de lo esperado.
Puestos en la perspectiva de la búsqueda de un consenso para resolver la mala calidad educacional, tenemos una clase política, que más allá de las estridencias de lo contingente, ha sabido dar respuestas consensuadas frente a situaciones límites. El tema es que no siempre tiene la capacidad de percepción frente a los linderos de las situaciones. Y para que haya una claridad en la percepción se requiere que haya una expresión social efectiva de descontento. Fuera del libreto cotidiano, por las puertas de nuestro sistema político solo entran las crisis desatadas. Entraron los pingüinos con su descontento, para que recién hubiera un reconocimiento a la gravedad de la educación emanada de la LOCE. Entraron los camioneros para pedir la eliminación del impuesto específico a los combustibles. En fin, casos citables pueden haber muchos.
Y creo que también el esfuerzo está en la posibilidad de consensuar dos tercios en este país, para resolver el nudo ideológico de la educación. El desafío está en aislar las posiciones de ultranza ideológica y superar la conducta patricia que impera en las estructuras de poder de nuestra sociedad. Un consenso nacional de mayorías es la posibilidad de desatar el nudo ideológico, y eso debiera ser una aspiración primera para lograr cualquier cambio.
Un consenso de mayorías, el 66% y más, a favor de una educación de calidad para todos, considerará sin duda los intereses diversos. Así se puede desatar el nudo mercantil. El sistema debe aceptar la educación privada con sus particularidades más complejas, incluso la meramente comercial, es decir, aquella que existe por el lucro. Sincerada por cierto. El sistema debe considerar un sector subvencionado, claro que sí. Pero lo que se subvenciona es el alumno no el colegio. El colegio privado que reciba subvención es un prestador que debe estar calificado para ello en términos docentes y financieros. En caso contrario no está colaborando al sistema, sino que se está sirviendo de él. Y el sistema debe considerar un sector público en igualdad de condiciones con el resto de los sectores que prestan servicios. Ello significa que los docentes y los directores tengan, a lo menos, las mismas condiciones de remuneración, independientemente del sector en que ejerzan.
Corresponde al Estado, y a nadie más que al Estado, asumir el liderazgo de un proyecto educacional de país, que supere las falencias que el mercado, con sus distorsiones, impide que la educación cumpla con su objetivo superior, en función del desarrollo nacional y la realización de las personas, según sus méritos y capacidades, sin importar el origen social de cada persona. Eso implica un proyecto de educación nacional, que busque una respuesta integral a los desafíos del conocimiento y del desarrollo, para el bien del país y de las personas.

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