domingo, 1 de febrero de 2009

LA ESTAMPIDA DE LOS FIELES.




Sebastián Jans

Accediendo a la siempre gentil invitación del Rev. David Muñoz Condell, Capellán Evangélico de la Policía de Investigaciones y uno de los intelectuales de mayor connotación de las iglesias evangélicas de nuestro país, concurrí en noviembre último a la presentación del libro “La estampida de los fieles”, de Juan Guillermo Prado, ceremonia organizada por la Fraternidad Ecuménica de Chile, que agrupa a las tres tradiciones cristianas presentes en nuestro país (católica, evangélica y ortodoxa).
En un ambiente fraterno, lo que hace muy estimulante la sensación espiritual de reflexión y convivencia en diversidad, que ocurre entre pastores que se reúnen en un ambiente distendido de iguales – como son los hermanos -, la ceremonia tuvo lugar en las apacibles dependencias de la Iglesia de San Francisco, en el epicentro de la vorágine citadina de Santiago. Caminando por los largos pasillos que bordean el jardín interior del templo, llegamos a un amplio y fresco salón – en la calle la temperatura superaba los 25 grados de un mediodía primaveral – donde se realizó la ceremonia, que contó con la presencia de connotados sacerdotes católicos, importantes pastores evangélicos y significativos miembros de la Iglesia Ortodoxa, además de invitados de diverso interés propio, entre los cuales me encontraba.
Hicieron la presentación del libro el sacerdote jesuita Renato Poblete, el sacerdote ortodoxo George Abed, del Patriarcado de Antioquia, el teólogo bautista Humberto Lagos y el autor. La ceremonia concluyó, como todos los encuentros mensuales de la Fraternidad Ecuménica, en un almuerzo en el segundo piso del antiguo convento, ocasión en que compartí mesa con el pastor presbiteriano Jorge Cárdenas, primer capellán evangélico del Ejército, y un pastor de la Iglesia Anglicana, con quien recordamos la labor realizada por parte de esa iglesia en conjunto con la Iglesia Encuentro con Cristo, ubicada en Plaza Egaña, en la realización de los Encuentros Matrimoniales del Espíritu, liderados por el pastor Eduardo Jacob.
El libro presentado, fue elogiado por el aporte que realiza en cuanto al conocimiento de la evolución en la adhesión demográfica de los chilenos a las distintas confesiones presentes en el país. De hecho, el subtítulo especifica su propósito, aclarando el contenido del lúdico título del libro: “Los censos y la evolución religiosa en Chile”, lo cual lo convierte en un texto único que da cuenta de las variables porcentuales de la adhesión religiosa en nuestro país, desde el censo de 1895, el primero que consulta a los chilenos sobre su vinculación religiosa.
Cada periodo censado está precedido de información sobre eventos ocurridos en el hecho religioso en nuestro país, aportando los datos sobre los episodios que marcan el establecimiento de las distintas confesiones en nuestro país, hasta aquellos episodios que señalan los acontecimientos más significativos que a cada una compete, partiendo con la primera misa realizada en Chile, por el sacerdote Pedro de Valderrama, cuando Hernando de Magallanes toma posesión del Estrecho que lleva su nombre. El último evento que cita, se refiere al establecimiento de su residencia en Chile en 2002, del élder Jeffrey Holland, uno de los 12 apóstoles de la iglesia mormona.
Desde luego, el censo de 1895 es precedido de un listado de eventos desde la conquista hasta ese año, donde parecen haber menos hechos con relación al número de años – del siglo XVI al siglo XIX - , sin embargo, allí se encuentran los eventos que marcan la etapa más dura del establecimiento del derecho a la diversidad religiosa en nuestro país, como por ejemplo la erradicación de los cultos indígenas por parte del conquistador católico; la acción de la Inquisición en nuestro país, cuyo mayor hito es la ejecución de la condena a morir en la hoguera del médico judío Francisco Maldonado de Silva; la autorización de O´Higgins a los no católicos para instalar cementerios propios en Valparaíso y Santiago; la llegada del bautista James Thomson; el primer culto anglicano en Chile, en 1827; así como la labor de los primeros pastores protestantes (Rowland, Trumbull, Gardiner, etc). Así también, da cuenta de otros hechos de importancia espiritual con alcances referidos a la libertades de creencias o libertades de conciencia, como es el establecimiento de la logia masónica “Filantropía Chilena”, que presidiera Manuel Blanco Encalada, y la fundación por parte de cuatro logias de la Gran Logia de Chile, en 1862, organización a la cual el pastor Trumbull estuvo estrechamente ligado.
La importancia de los datos aportados por Juan Guillermo Prado, permiten formarse una clara idea de la evolución de los credos en su influencia sobre sectores de la población chilena, y es interesante confrontar los datos estadísticos que aporta, para entender las tendencias que señalan la opcionalidad religiosa de los chilenos.
Por ejemplo, el censo de 1895 señala que el 99,4 % de los chilenos se declaraba como católico y un 0,54 como evangélico o protestante. Un 0,01% adhería a “religiones del Extremo Oriente” y un 0,03% fue identificado en el oscuro antro de la irreligiosidad: “ateo, sin religión, racionalista”.
El censo de 2002, el último realizado en nuestro país, en tanto, expresa que son católicos un 69.96%, evangélicos 15,14%, testigos de Jehová 1,06%, de religión judaica 0.13%, mormones 0,92%, musulmanes 0,03%, ortodoxos 0,06%, otras religiones 4,39 %, y “ninguna, agnóstico, ateo” 8,3%. De tal suerte que, los tres grupos principales, a través de los cuales se expresa el hecho religioso corresponde a los católicos, las iglesias evangélicas y protestantes, y los que no adhieren a religión alguna.
Desde luego, esperamos que la próxima vez los expertos que definen las alternativas de los censos, tengan la lucidez de considerar que agnóstico, ateo y no estar adherido a un credo en particular, tienen diferencias tan determinantes como la diferenciación realizada entre musulmanes, ortodoxos y mormones, por ejemplo. Es un dato estadístico muy relevante para cualquier estudio de nuestra realidad espiritual, cultural, sociológica y antropológica, saber cuantos ateos, cuantos agnósticos y cuantos creyentes no tienen filiación religiosa.
Recomiendo el libro de Juan Guillermo Prado, que al momento de ponerle su dedicatoria al ejemplar que compré, me miró un tanto sorprendido cuando le respondí “a ninguna”, cuando me preguntó a que Iglesia pertenecía para ponerlo en la dedicatoria. Es un libro respetable en sus antecedentes y alcances.
Posteriormente, he barruntado sobre el título del libro: “La estampida de los fieles”, entendiendo que estampida se refiere a explosión o disparo, o una condición abruptamente huidiza de individuos o grupos, humanos o animales. El prólogo del libro – de Julio Retamal Faverau -, así como el preludio del autor, explican el sentido titular de la obra, que se refiere a la perdida de adhesión de fieles por parte de la Iglesia Católica hacia otro tipo de creencias o hacia el distanciamiento de la religiosidad, como lo destaca el autor, al hablar de “un importante porcentaje de la población que se declara ateo, agnóstico o simplemente alejado de la fe”.
Desde luego, me ha defraudado esa connotación explicativa del título del libro, ya que justifica la elaboración del libro en una preocupación religiosa – que tuvo un carácter hegemónico en el mundo de los fieles, y que sigue expresándose hegemónicamente en muchos contextos -, antes que en la valoración de la diversidad de conciencia que Chile ha venido expresando en su desarrollo republicano, y que le dan un carácter plural que debemos valorar en toda su riqueza, pues potencia uno de los derechos fundamentales de todo ser humano: su libertad de conciencia.

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