martes, 23 de noviembre de 2010

Gobernar para hegemonizar

Prof. Danny Monsálvez Araneda




Hace tiempo vengo sosteniendo en los círculos de la academia y entre mis amigos, que la llegada de la derecha al gobierno, no se reduce meramente al cambio de una coalición por otra, la mera alternancia en el gobierno propia de la democracia, sino que detrás del mentado discurso del cambio, de la nueva forma de gobernar, de aquella construcción (mediática o no), existe un proyecto cultural, ideológico que apunta a la configuración de un proyecto hegemónico, bajo un lenguaje técnico, economicista y desideologizado.

La implementación de algunas medidas, proyectos, la forma hacer política y el mentado discurso del consenso y la unidad nacional, son expresiones de como se va cimentando un proyecto de sociedad y persona; para aquello se tienen aparatos ideológicos muy potentes y funcionales como universidades (educación) y medios de comunicación (alieneación). Conjuntamente, se carece de una real oposición política, la cual sigue sumergida en una letargo y que a lo más es una instancia reactiva ante lo que propone el gobierno. Asimismo, los ciudadanos -al parecer- encandilados con las parcas rojas, la pirotecnia comunicacional, los discursos grandilocuentes, la fraseología y una que otra puesta en escena, parecen inmóviles y meros espectadores (consumidores).

Progresivamente se consolida el dominio, concentración y uniformidad del espacio público (que decir del privado). No conforme con aquello, ahora se apuntan los dardos a un área fundamental como es la historia y las ciencias sociales; disciplinas que promueve y contribuye al desarrollo de un pensamiento crítico y reflexivo. Entonces, ¿qué hay detrás de esta medida?, ¿simplemente “emular” a los países que tenemos como referentes a nivel internacional?; ¿seguir las indicaciones de la OCDE?. Quien podría estar en desacuerdo con mejorar el nivel de la educación, el punto es cómo y desde dónde y si aquello implica “perjudicar” determinadas áreas del conocimientos para “beneficiar” a otras.

Reducir las horas de historia y ciencias sociales conlleva circunscribir y coartar una disciplina que entre otras cosas permite mantener despierta la crítica social, lo establecido, el cuestionamiento a determinados discursos y prácticas hegemónicas, especialmente de aquellos sectores y grupos que pretenden limitar y usurpar lo realmente importante y para aquello, que mejor que a través de la educación.

No se trata solamente de horas más u horas menos, la defensa de nuestra disciplina y la educación, el tema de fondo es que hay que plantearse reflexiva y críticamente ante una forma de gobernar que no es otra cosa que una forma de hegemonizar

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