domingo, 27 de febrero de 2011

EL AVANCE DE LA INSIGNIFICANCIA


Prof. Danny Monsalvez


Cornelius Castoriados señaló que lo que hoy caracteriza al mundo no son las contradicciones o crisis, sino el avance de la insignificancia; es decir, una involución o anquilosamiento, que se traduce en un “no pensamiento” que produce esta “no sociedad”, proceso social que en nuestro país comenzó a institucionalizarse socioimaginariamente durante los años de la dictadura militar, entre otras cosas, producto del entramado de quienes la sustentaron (elite civil). Lo anterior conllevó -entre otras cosas- bajar los niveles de exigencia de la sociedad en cuanto ética, formas de hacer y concebir la política.
Lamentablemente tras el retorno a la democracia, los gobiernos concertacionistas no lograron (o no quisieron) revertir aquella construcción social; peor aun, progresivamente se fue enquistando e institucionalizando socialmente. Paralelamente, quienes coadyuvaron a fomentar aquel discurso apolítico y de desideologización de la sociedad, comenzaron a obtener los dividendos (económicos y políticos) de lo forjado en aquellos años, siendo en la actualidad los más beneficiados.
Así, el avance de la insignificancia se expresa en determinadas prácticas políticas y sociales: no se hace actividad política sino que animación mediática (política espectáculo); no se tienen ciudadanos sino que público (clientes, votantes). Siguiendo a Castoriadis, son aquellos politiqueros, en el sentido de micropolíticos. Sujetos que los mueve la caza de sufragios por cualquier medio. Su objetivo es permanece en el poder o volver al poder, para ello son capaces de todo y como tanta gente que tiene poder, caen en el viejo vicio de creer que el que no esta con ellos, esta contra ellos. Eluden discutir desde el disenso, por ello se habla de unidad, que en el fondo viene siendo una expresión de un pseudo-consenso generalizado.
De ahí podemos desprender que la insignificancia en sus diversas manifestaciones sea un poderoso mecanismo de aletargamiento que va creando indiferencia y precariedad generalizada, que se traduce en una normalización social y rutina institucional.

(Columna de opinión publicada en El Diario de Concepción, jueves 24 de febrero de 2011, p. 2. )

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