domingo, 22 de marzo de 2015

Asegurar la equidad


Natasha Toledo

Entrevista efectuada por Manuel Romo para Revista Iniciativa Laicista

Chile está viviendo un momento sanitariamente importante. Por primera vez en muchos años se está debatiendo en  serio sobre la posibilidad de legislar para despenalizar el aborto, iniciando la discusión con el aborto terapéutico, para salvar la vida de la madre; cuando el feto viene en condiciones que harán imposible la vida extrauterina; y en caso de violación.
Las encuestas dicen que casi un 70% de la población está de acuerdo con despenalizar el aborto cuando concurre alguna de estas tres causales.
El debate ha puesto de manifiesto que Chile comparte el dudoso honor de ser uno de los seis países en todo el mundo que castiga el aborto y la discusión se ha abierto, entonces, a lo largo de todo el espectro de las ideologías.
Las posiciones religiosas argumentan que la vida del embrión está por encima de cualquier otra consideración y que debe permitirse su desarrollo hasta su nacimiento, porque es una persona en potencia; así sea que el embarazo mate a la madre o el feto vaya a nacer muerto o indefectiblemente vaya a morir tras el nacimiento.
Quienes se apoyan en la ciencia, se afirman en que no es lícito torturar a una mujer obligándola a llevar en su vientre un feto cuyas malformaciones lo harán incapaz de sobrevivir y que morirá sin duda al nacer; es inhumano imponerle a una mujer la obligación de continuar con un embarazo que le provocará la muerte; y también lo es condenarla a parir un hijo concebido por el crimen atroz de la violación.
Iniciativa Laicista ha querido contribuir al debate entrevistando a Natasha Toledo, matrona titulada hace siete años en la Universidad de Chile, dedicada a la docencia  durante seis años y con un posgrado en Educación.
Natasha es una activa usuaria de las redes sociales sobre temas como violencia de género, maternidad, derechos sexuales y reproductivos, sexismo y crianza, poniendo constante énfasis en el atraso que sufre nuestro país, en lo que se refiere a derechos de la mujer.
En el ámbito de su profesión, se dedica a educar mujeres en sus procesos de maternidad, a conocerse, informarse, empoderarse, descubrir sus cuerpos y defenderlos. Casi todas las mujeres con que trabaja están en período de gestación y las acompaña, aclara sus dudas y se alegra con ellas durante la espera de esos niños que son tan deseados y a los que aguarda un ambiente familiar de felicidad.
Pero sabe también que esta no es la realidad de todas las mujeres, pues, lamentablemente, hay determinantes sociales que afectan y muestran la desigualdad que se vive en las comunas de menores ingresos. Sabe que allí suele haber un calvario para cientos de mujeres, que viven en un ambiente biopsicosocial lleno de carencias, agredidas física, psicológica o sexualmente, sin tener contención, ni amor, ni información.
Natasha Toledo es interlocutora válida para interiorizarnos del tema en debate.

De acuerdo a lo informado recientemente por el Colegio de Matronas, en Chile se producen 17  mil abortos anuales en el sistema público. ¿Cuál es, entonces, la cantidad de abortos clandestinos que se practican en el país?

Efectivamente, esos son los que se notifican. En esa cifra se encuentran todos los tipos de abortos, ya que las estadísticas muchas veces no precisan la causa. Si incluimos al sistema privado, esa cifra se elevaría a unos 33 mil abortos, que es una cifra bastante estable desde hace mucho. Lamentablemente, esa cifra no nos dice mucho, ya que los que llegan al hospital son sólo una mínima fracción de la realidad.
Se sabe que en el sistema privado no todos los abortos se notifican, sino que en algunas ocasiones los hacen pasar por otros “procedimientos”; también hay mujeres que no acuden al hospital después de algún aborto, espontáneo o provocado, sólo por miedo. Algunos estudios elevan la cifra a 80 mil e incluso 150 mil por año.
Nunca lo sabremos mientras sean clandestinos. Hay que tener claro que mientras haya embarazos no deseados, siempre van a existir los abortos provocados.

Las mujeres con recursos económicos sí pueden abortar en clínicas particulares en óptimas condiciones, aunque simulando que la naturaleza de la intervención es otra. ¿Es, entonces, el aborto también un tema de justicia social?

Estoy convencida de eso. Y no sólo haciéndolos pasar por otras intervenciones, sino que saliendo del país, a EEUU, Canadá, Reino Unido y muchos otros países de la región. En Latinoamérica, tenemos a Puerto Rico como un país con una ley de aborto muy avanzada. Las sumas son totalmente asequibles y los procedimientos se realizan en condiciones muy seguras. Pero claro, se necesitan los medios económicos para viajar y tener visa, y está claro que una adolescente de San Ramón o una dueña de casa de Putre, no va a tener esa posibilidad.
Tengo colegas que han sido testigos de los disfraces que utilizan médicos del sistema privado para hacer los abortos: “legrado biópsico”, “restos de aborto”, “pólipos endometriales”… ¡Uff! Hay muchas formas de disfrazarlos. Lo interesante es ver a las horas que los hacen, 3 o 4 de la mañana, cuando los pabellones están con muy poco personal.
Para mí es un tema de justicia social. Si teniendo los 800 mil a un millón de pesos que cobran por hacerse un aborto es fácil, lo encuentran en todas las comunas. Los médicos que se dedican a esto claramente no lo hacen para “ayudar” a las mujeres, no lo hacen para que puedan lograr sus metas en la vida, sólo quieren lucrar.

¿Cuáles serían los alcances de una ley que despenalice el aborto en Chile?

Las propuestas que entregó la presidenta las comparto, aunque no ha salido el detalle aún. Una ley que permita decidir, en forma libre e informada, si continuar o no con un embarazo que atente contra la propia salud, física o psíquica, que sea producto de una violación o que el producto de la concepción tenga alguna enfermedad incompatible con la vida.
Hay mucho que debatir, pero lo mínimo que debe contemplar, es asegurar la equidad y el acceso a todas las mujeres que se encuentren en estas situaciones, a un procedimiento seguro y de acuerdo a los estándares internacionales. O sea, se necesita una capacitación del recurso humano que participará de estos procedimientos, para que acojan, contengan... se enfrenten a la mujer en una actitud de ayuda y no con la palabra enjuiciadora. Que incluya una consejería y acompañamiento psicológico pre y post aborto, entre otras consideraciones.
Tienen que definir, además, qué hacer con los médicos o matronas con “objeción de consciencia”, que claro que las pueden tener. ¿Va a ser obligatorio para todos los centros de salud, públicos y privados? ¿Cuáles van a ser los pasos a seguir? La idea es que sea lo menos burocrático posible, y que el centro de todo esto, sea proteger a la mujer que está pasando por esta difícil situación. Nadie de los que estamos a favor de la despenalización del aborto, creemos que es “deseable” y “positivo” abortar.

Hay mucho de idealismo religioso entre quienes argumentan en contra del aborto ¿no le parece?

Sí, ¡mucho!  Pero el idealizar no es tanto el problema. Cada quien construye su idea de vivir como mejor le plazca. Si quieren llenarse de hijos, criarlos y adoctrinarlos religiosamente, no tiene por qué  importarme, pero el problema aparece cuando quieren expandir sus creencias y supuestos “valores” al de al lado, y convertirlas en ley, castigar a quien piensa diferente.
Y así ha funcionado Chile… desde que la iglesia católica pisó esta tierra, se ha sentido con el derecho de meter sus narices en temas de ciencia, educación, política, familia, intimidad y sexualidad de las personas, en este caso, las mujeres. Las iglesias en Chile se basan en una escritura extremadamente machista y patriarcal, en la cual se señalan decenas de aberraciones en contra de la dignidad de la mujer.
O sea, para la religión católica el sexo no es inmoral únicamente si va asociado al fin reproductivo. ¿Qué me dice eso? Que ojalá haya un embarazo que pruebe que la mujer no es impura. Y si se embaraza, pobre de ella que aborte, porque está ocultando la evidencia de que “pecó”. En esos tiempos a nadie le importaba el feto, esto es algo contemporáneo.
Actualmente, los “pro-vida” se enorgullecen de sí mismos con ese título, que suena atractivo, casi celestial. Para ellos, el ámbito biológico tiene supremacía a todas las demás áreas del ser humano: fecundación es igual a persona. Nada más, y de ahí no los sacamos. Para ellos nada puede superar a la sacralidad de la vida.

Hay movimientos ciudadanos que se oponen a las restricciones existentes y promueven talleres y difunden manuales para lograr “abortos seguros” hasta la cuarta semana de gestación, usando medicamentos, principalmente el Misoprostol o Misotrol. ¿Son realmente seguros estos métodos?

En general son seguros, cuando se usan como corresponde y teniendo algunas precauciones, ya que puede haber graves consecuencias si no se chequean algunas condiciones de salud previo a su uso. De hecho, desde que se usa Misoprostol, cada vez se ven menos abortos del tipo mecánicos, como se veían antes, con palillos, soluciones salinas o jabonosas, etc. Felizmente nunca me tocó verlas, pasan a ser leyendas de hospital, ya que el Misoprostol disminuye enormemente el riesgo de tener un aborto séptico, cuadro clínico de mucha gravedad, con alta mortalidad. Al menos cuando se compara con los métodos de antaño.
Lo malo de este mercado negro es que quienes lo venden no me consta que sean matronas o médicos, y puede que pasen por alto recomendaciones básicas para que el uso del Misotrol sea seguro.

Tanto la Organización de Naciones Unidas como otros organismos internacionales han llamado la atención al Gobierno de Chile sobre las altas tasas de abortos practicados en Chile en la clandestinidad, sin que el estado tome conciencia de su responsabilidad, proporcionando condiciones adecuadas para su realización.

Sí, en lo personal me da vergüenza, y pena, rabia, no sé, impotencia de vivir en un país que no protege a sus mujeres y niñas. Un país que tiene tantas cosas buenas, que va creciendo a buena velocidad, con muchas oportunidades, tecnología, estabilidad, indicadores en salud… y quedemos atrás en estas cosas, que tocan y dañan tan profundamente.
Me hubiese gustado que los organismos internacionales no hubiesen esperado tanto, son muchos años de espera. Yo me pregunto, y desde el año 89, ¿cuántos bebés de mujeres violadas habrán nacido? ¿Cuánto daño emocional y social se ha producido? Niños con carencias afectivas, maltratados, mujeres condenadas a un destino que no han elegido. El daño es incuantificable.

¿Hasta cuándo el Estado de Chile –supuestamente laico – continuará refugiándose en mitos religiosos para hacer oídos sordos a las voces internacionales que le piden revisar su legislación respecto del aborto?

Lo mismo me pregunto yo. Ahora vemos una luz, que está ardiendo; en todos los medios ha causado revuelo lo que la presidenta ha propuesto. Y si bien me gusta que se esté hablando del tema, me asusta... No, ¡estoy aterrada! De que no resulte, que gane el fundamentalismo religioso, los dogmas, la intransigencia, el legado de la dictadura, y perdamos el 70% de la sociedad chilena que estaría a favor de una ley como esta. 

Espero que con esto, la gente se dé cuenta en adelante de que no da lo mismo por quien votemos. No da lo mismo votar por alguien que se autodenomina “Pro-vida”, que por alguien que defiende la autonomía sexual y reproductiva de las mujeres. Hay muchos políticos que ponen la Biblia antes que las necesidades del pueblo. En este tipo de situaciones salen a la luz las consecuencias de las malas decisiones en política (MR).

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